El papa Francisco nos recuerda hoy a los sacerdotes que todo trabajo cansa y produce fatiga, pero a pesar de esta fatiga, el papa nos indica que no pueden ser “pastores con cara de vinagre, quejosos ni, lo que es peor, pastores aburridos”. Y reiteró la necesidad de pastores “con olor a oveja” y “sonrisa de padre”. “Nada que ver con esos que huelen a perfume caro y te miran de lejos y desde arriba”, agregó… (Buena definición del sacerdocio en el día del Buen Pastor).
El cuarto domingo de Pascua se nos presenta desde la liturgia la imagen del Jesús como el Buen Pastor, nos invita a rezar por las vocaciones, y quiere que, como telón de fondo de todo ello, continúe presente en nosotros el espíritu pascual con que vivimos cada domingo, espíritu pascual que lleva consigo el vivir con alegría la noticia de la resurrección. Yo soy el Buen pastor que da la vida por las ovejas. Jesús en todo su evangelio insiste en esta idea que repetirá muchas veces: dar la vida por los suyos. ¿Qué entendemos por dar la vida? Uno se desvive, cuando es capaz de vivir la entrega a los demás, a través del cuidado, la ternura, el amor, la cercanía… El amigo se desvive cuando no considera una pérdida de tiempo el estar horas y horas con aquel que lo necesita. Todos entendemos la diferencia entre un pastor y un asalariado, entre un amigo y un conocido, entre un padre o una madre o alguien que nos cuida por compromiso. Por tanto, una primera idea puede ser ésta: ¿somos lo que decimos ser: padre, amigo, pastor, o nos conformamos con cumplir sin dar la vida en cada cosa que hacemos? El asalariado, el que no es pastor, ve venir al lobo y huye. También en el lenguaje cotidiano sabemos lo que significa “verle las orejas al lobo”. Se las vemos siempre que nos sentimos amenazados: cuando alguien quiere robarnos nuestro tiempo libre, o cuando nos pide ayuda alguien que nos resulta molesto, o cuando la indiferencia hace que no nos impliquemos y no tomemos postura frente a cosas que deberíamos tomarlas… le vemos las orejas al lobo cuando intuimos que se nos van a complicar las cosas, y entonces nos echamos para atrás, nos arrugamos ante las previsibles dificultades. Jesús, el auténtico pastor, no salía corriendo sino que prefirió dar la vida, prefirió estar cerca de los que lo necesitaban, prefirió dar la vida por todos.
¿Y nosotros: aceptamos el riesgo, nos esforzamos, o estimamos tanto nuestra propia vida que cuando intuimos que algo nos la va a complicar desaparecemos? Yo conozco a mis ovejas, y ellas me conocen. Cuando decimos que conocemos a alguien sabemos contar mil y una cosas sobre él, si alguien nos pregunta ¿cómo es tu mejor amigo?, seguro que no pararíamos de hablar durante un buen rato: sus aficiones, sus virtudes, sus defectos, sus ilusiones. Pero como cristianos, si nos preguntaran ¿cómo era Jesús? ¿qué diríamos?, quizá nos quedáramos muy cortitos: que si era el Salvador, que si Dios hecho hombre, quizás frases aprendidas, muy cargadas de verdad, pero no sé si demuestran que efectivamente lo conocemos.
También este domingo, celebramos el Domingo del Buen Pastor. Está dedicado a rezar por las vocaciones, a sensibilizarnos ante el problema de la escasez de las mismas, y recordar nuestra obligación de rezar por ellas. Lo que cambia el corazón de las personas y nos convierte no son solo las palabras, sino la escucha de la voz del Buen Pastor y la confianza plena en Él. Los valores tan fundamentales como el amor, la bondad, la justicia, la misericordia, tienen que estar encarnados en la vida concreta, no pueden quedarse en meras aspiraciones, o deseos irrealizables.
Existe el amor cuando hay personas vivas que se quieren y se aman; existe la bondad cuando hay personas buenas, que hacen las cosas sin intereses ocultos o inconfesables; existe la justicia cuando las personas viven de manera justa en sus relaciones con la gente con la que se encuentran y con las que se relacionan. Ser misericordioso hoy, significa aportar y vivir el amor verdadero que el Buen Pastor nos mostró con su ejemplo.