Ya hace muchísimos años, que descubrí por primera vez, aquella casa olvidada, aquella casa construida con lajas de caliza torcaleña, una encima de otra y sin ningún tipo de argamasa… Una construcción en piedra seca, diferente a todas las que conocía en El Torcal de Antequera. Aquella casa se encuentra en una de las zonas más mágicas de nuestra sierra y rodeada de misteriosos epígrafes, que representan fechas, nombres, leyendas… Ésta es la historia de “La Casa de Juan González Rubio, la casa perdida de El Torcal de Antequera”.
Enclavada en uno de los lugares más emblemáticos de nuestro Torcal, en una verdadera encrucijada de caminos, que unían aquellas antiguas autopistas, que cruzaban nuestro Torcal de Norte a Sur, para recoger en carretas toda la producción de las canteras del Torcal. De aquellas canteras salieron lo mejor de nuestra piedra torcaleña, finamente labrada por los maestros picapedreros, para la construcción de catedrales como la de Cádiz o Málaga, casas palaciegas de las grandes familias burguesas de Antequera… Así como multitud de ruedas de molino, para las diferentes fábricas y molinos de nuestra ciudad y la “Hoya de Málaga”.
La ubicación de la Casa de Juan González Rubio se encuentra entre el Torcal Alto y el Torcal bajo o “Sierra Pelada” como popularmente se conoce esta zona, en la parte baja de las “Filaneras”, más allá del “Llano de los Filetes”, “El Camorro del Pinche” y el gran “Pilón de la Cruz” al cual ya le dediquemos un bonito artículo en estas páginas del decano de la prensa malagueña. Su perfil se confunde con las piedras de la Sierra, pero los dinteles de su puerta y ventana, delatan la anomalía arquitectónica que desafía el paso de los siglos…
El enclave cantero de Juan González Rubio goza de una singularidad excepcional, ya que la vivienda consta de dos marcadas estancias, una que hace las veces de hogar para la familia y otra de abrigo para el ganado, todo ello en una gran construcción de mampostería con arranques de sillares y que en su origen la parte del tejado que sobresalía del abrigo rocoso, estaba formado por una bonita cubierta de teja árabe a un agua, hoy ya desaparecida desgraciadamente. En la gran roca saliente y que sirve de tejado natural a la vivienda, podemos encontrar una canaleta perfectamente labrada, para la recolección de agua de lluvia. Estas canaletas cinceladas en la caliza, también las podemos encontrar en las casas del poblado de Las Sepulturas, unas de las zonas con más historia y misterio del Torcal de Antequera, pero como siempre digo, “ésa es otra historia”.
Esta imponente edificación, hace de la “Casa de Juan González Rubio” la construcción artesanal más grande de nuestro Torcal. Junto a la casa podemos encontrar todo un hábitat lleno de elementos que han llegado hasta nuestros días… Corralones de piedra que parcelan de forma natural los alrededores del enclave canteril y que hacían las veces de refugio para el ganado, así como de protección para los huertos que proporcionaban alimentos para aquellos clanes de familias picapedreras.
También podemos encontrar multitud de piedras labradas, como escalones, partes de columnas, piedras de molino, abrevaderos… que nos hacen imaginar sus momentos de mayor esplendor y gloria. Las vistas del enclave de Juan González Rubio son sencillamente espectaculares, desde la terraza natural en que se encuentra podemos contemplar todo el Torcal bajo y más allá la ciudad de Antequera, con su imponente Peña de los Enamorados y su fértil Vega.
La datación de la casa de Juan González Rubio podemos fecharla hacia principios del siglo XVII por los restos de materiales de construcción hallados, como los clavos góticos en forma de cazoleta, bisagras, barrotes… que podíamos encontrar en sus paredes, ventanas y puertas. Aunque muy posiblemente, este enclave cantero se remonte a épocas iberas o romanas, ya que la calidad de la piedra y el abastecimiento inagotable de agua potable que ofrece el cercano “Pilón de la Cruz”, son particularidades que estos sabios pueblos, no pasarían por alto.
Otra de las singularidades de este enclave cantero, es la cantidad de fósiles marinos que podemos encontrar como amonites y belemnites, que harán las delicias de los amantes a la geología. Así como simas de verdadero terror, como “la sima de la Cantera” o “la sima de la Casa del Pastor”, lugares en los que tenemos que extremar la seguridad y máxime si vamos acompañados de menores.
En las proximidades a la “Casa de Juan González Rubio” es fácil observar a grandes machos monteses, rebaños de ovejas, las grandes vacas de los Navazos e incluso alguna que otra camada de guarros jabalíes que cruzan la zona, para buscar el refugió de la menos transitada “Sierra Pelada”. De nuevo en la casa podemos observar un elaborado pilón para el ganado, el cual se encuentra situado junto a la fachada de la casa, y en el interior podemos encontrar otro abrevadero finamente tallado sobre la roca.
Aunque para mí, los epígrafes que se encuentran tanto en la parte superior de la casa, como en las piedras cercanas a la vivienda, son sin duda una de las características más bellas de este enclave. Frases inmortales, grabadas a cincel en la caliza torcaleña para los restos de los siglos…
De Juan González Rubio sabemos poco, solo lo que nos ha llegado por el mismo en sus epígrafes grabados en la roca y lo que la tradición oral nos cuenta. Parece ser que fue un maestro cantero de mediados del siglo XVIII y que vivió de forma perenne junto a su familia en nuestro Torcal, especializado en ruedas de molino y columnas.
Junto a la casa de Juan González Rubio podemos encontrar unas estructuras “algo curiosas” y conocidas por la tradición popular como las “Perreras”, la más cercana a la vivienda es llamada “la perra chica” y si es verdad que tiene parecido con un tipo de caseta para un perro y de gran tamaño, pero ahora bien la segunda estructura, que se encuentra un poco más alejada de la vivienda y llamada por la tradición oral “la perra grande” no tiene que ver nada con una caseta para perros, y su apariencia nos recuerda a un dolmen. Esta extraña estructura está compuesta por siete ortostatos distribuidos de forma semicircular y dos más en su interior que hacen las veces de columnas para aguantar el peso de una gran losa de piedra, formando una estructura de diez bloques de piedra que sin duda al menos a mí, me recuerdan a un verdadero dolmen y máxime cuando este “dolmen” tiene una orientación solar sureste, como la mayoría de dólmenes conocidos. En el pasado equinoccio de otoño y cuando todavía era de noche, me acerqué hasta el enclave cantero de Juan González Rubio. La intención, estar junto a esta misteriosa estructura antes de que los rayos de sol penetraran en la sierra más mágica de España. ¿A que no sabéis lo que pasó? ¡Pues sí! El primer rayo de luz entró en línea totalmente recta, iluminando con una franja rectangular el “dolmen” pero sin llegar al final de la cámara… me sorprendió enormemente y por primera vez dudé de la tradición oral. ¿Y si esta estructura ya se encontraba en aquel lugar antes del asentamiento cantero, y si no lo construyeron los picapedreros y si nuestros ancestros?
Tengo que recordar a los lectores que El Torcal es la cuna de las mujeres y hombres del Neolítico en Tierras de Antequera y que la comunidad que habitaba la Cueva del Toro en el Torcal, junto con otras comunidades neolíticas en tierras de Antequera, como las de “Piedras de Mitra”, “Alcaide”, “Cerro del Cuchillo” entre otras, construyeron el dolmen más grande del mundo: el dolmen de Menga.
Desde mi punto de vista, estamos hablando de un dolmen o de un capricho de un maestro cantero con mucha formación arqueológica en el siglo XVII, debería tener al menos un estudio arqueológico que arrojara un poco de luz sobre esta misteriosa estructura.
La casa de Juan González Rubio ha servido durante siglos de punto de reunión para pastores y ganaderos de nuestro Torcal, como así me lo hacía saber Paco “El Patarras” del clan de los “Patarrillas” en una de nuestras largas charlas. “Sí, Miguel Ángel, en la casa que hay más abajo del pilón de la Cruz, los pastores antiguos quedaban al final de la jornada, unos hacían noche, otros hablaban de sus pesares, de sus careos, de sus amores…”.
Durante la Guerra de la Independencia también jugó un papel primordial para la partida del Capitán Roa. Dada su cercanía con el campamento de Roa, el héroe olvidado y que tanto castigo infringió a las tropas francesas… El enclave de Juan González Rubio ofreció cobijo, protección, alimentos y agua. Lo mismo ocurrió durante la encarnizada Guerra Civil Española, donde el bando republicano defendió el frente noroccidental de Málaga, pero ésa es otra historia…
Ojalá algún día veamos puesto en valor el enclave cantero de la casa de Juan González Rubio, declarado Bien de Interés Cultural (BIC), adecentado, protegido y puesto en valor. Escribir sobre estos vestigios olvidados, es algo que para mí es una satisfacción. El poder dejar por escrito la memoria oral de estos enclaves y que en un futuro investigadores, curiosos, historiadores… non tengan el problema que a mí la mayoría de veces me ocurre. Que no es otro, que el no poder encontrar referencias escritas sobre estos vestigios.
Los enclaves canteros del Torcal de Antequera fueron durante siglos fuente de historia, tradición y cultura. Motores de nuestra industria, creando empleo, riqueza y prosperidad, para nuestra Antequera. Si después de leer este artículo queréis visitar la casa de Juan González Rubio, os pediría por favor que os acerquéis con respeto y cariño, y que vuestro paso por este enclave mítico del Torcal no deje huella. ¡Gracias!