Todos y cada uno de nosotros poseemos ese momento mágico que nos ha regalado la feria, o a lo mejor queda por llegar. La feria es uno de esos acontecimientos que marcan la vida de un pueblo o una ciudad. Es la expresión más directa del pueblo con el pueblo, donde incluso nos encontramos con nuestros verdadero “yo”. Nos rodeamos de los que nos quieren, nos aman, deseamos compartir un instante de nuestra vida. Nos enorgullecemos de nuestra ciudad, de los amigos que tenemos y recibimos a todos aquellos que de buena voluntad deseen compartir nuestra alegría. La alegría de ser nosotros mismos, defender lo nuestro, nuestras tradiciones y costumbres. Las vidas se entremezclan y aúnan, entre abrazos, risas, anécdotas, y otras se encuentran por primera vez ante una mirada, un guiño, un beso.
La feria genera ilusión y esperanza en todas y cada una de las facetas que nos encontremos, tanto para el que la disfruta, como para el que la trabaja. La feria es atemporal, su espíritu es inalterable. Encontramos la misma sonrisa guapa e inocente de una chica montada a caballo de hace un siglo a la de otra paseando hoy en día por la Alameda. En esas estampas del pasado, repetidas en el presente, encontramos la esencia, nosotros, los antequeranos y su ciudad. Una ciudad monumental que estalla en copla, risas y bullicio, haciendo que el corazón de Andalucía lata con más fuerza, si cabe. Días en los que los antequeranos nos sentimos más antequeranos y los de fuera de no haber dejado de serlo.