Leo con este título (El Mundo, 26/3/2010) una brillante columna de Arcadi Espada en torno a las corridas de toros y a su debate en el Parlamento catalán. Afirma que: «la lidia del toro bravo no es más que la lidia del dolor»; sin dolor no habría toro bravo ni torero valiente. Esto hace de los toros una metáfora de la vida y de su cortejo inexorable: el sufrimiento.
Pero la pedagogía del dolor no se queda en los toros: va uno el Miércoles Santo a la Plaza de San Sebastián y se encuentra a La Legión cantando su himno con el rostro hacia arriba, como embobados en su novia metafísica que es la Muerte. Y si entra en la iglesia oye un sermón abigarrado en que el padre Mundina mezcla a soldados con estoicos y budistas (como escuelas de indiferencia ante el dolor) a dos metros de un Cristo caído al que una nieta de tres años retrata al pasar: «El Señor tiene pupa». ¿No la va a tener, si es el Mayor Dolor?
No faltará quien diga que la sangre hiere la sensibilidad y que la Legión aquí no pinta nada. ¿Me puede decir qué pinta en esta celebración la gloria de la primavera? ¿Tiene algo que ver el nardo con la sangre? Pues igual que el legionario porta en alto al Cristo dándole todo honor y toda gloria, la luz poniente que brilla en los varales contribuye a que la fe entre por los ojos.
Este pueblo barroco ha creado un auto sacramental de belleza abrumadora hasta para el menos «capillita», donde se representa «a lo divino» la lidia del dolor. Y todo -Belleza, Valor, Muerte, Luz de la tarde- son el trono sensorial y sensual del sumo Bien.
P.D.: No puedo tratar del Mayor Dolor y La Legión sin enviar un abrazo a mi amigo Juan Luis Moreno López y familia.
