martes 3 diciembre 2024
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La respuesta de Sánchez: the show must go on

Únicamente analizar la actualidad con conocimiento de causa te permite ser coherente y dar solución de continuidad a cuanto nos ocurre y nos rodea. ¡No nos engañemos! Nada tenía que pensar Sánchez. Su continuidad era todo un secreto a voces. ¡Como no ver a Pedro en el sillón de la Moncloa! ¡Quién mejor que él para avanzar en derechos sociales y tener a los estómagos agradecidos con ayudas, subvenciones, tratos de favor…! ¡Quién mejor que él para tener a toda una cohorte de animales que vociferan, gritan, y consideran el Congreso como el mejor corral de comedias para insultar y despreciar a los que no piensan como él!

¡Quién mejor que él para aunar a toda la izquierda: los puristas (cada vez son menos), los de la extrema izquierda, los separatistas, los de BILDU, los del PNV, los que desde Cataluña lo utilizan como a una marioneta! Por supuesto, nadie, nadie mejor que él.

Si el docto Anguita hubiese sido testigo de todo este esperpento en el que ha sumido Sánchez a la nación española mientras pasaban cinco días con una agenda paralizada, bien hubiese cogido el altavoz para arengar a las masas. Pero los escenarios han cambiado; todo es posible en una nación como España gobernada por Pedro.

Listo como él solo, Sánchez necesitaba de dar un nuevo golpe de efecto para seguir contando con el aplauso de los suyos y el silencio de los que lo atacan. Derivada la nación española y los españoles hacia un insomnio donde la razón y el conocimiento ocupan los puestos bajos de la clasificación en favor de los sentimientos, pensó que ir a la yugular del victimismo familiar de su mujer y su familia iba a llegar al corazón de los españoles. Así fue y así se presentó. Y lo hizo donde llegan los aplausos y las conmociones más inmediatas, en X. Ahora bien: ¿ha sacado todo el rédito que él esperaba?

Para decir que sigue al frente del gobierno, que el espectáculo debía continuar, únicamente le faltó poner junto al atril a su segunda de filas, María Jesús Montero, que de estar presente hubiera espetado como ya hiciera Penélope Cruz en aquel marzo de 2000 el grito de: ¡Pedroooooo! para dejar su eco en todas y cada una de las sedes socialistas sembrando todo un vocerío solo superado por el que siglos atrás gritó Rodrigo de Triana al avistar tierras en América.

La gesta de Pedro, del presi, no pasará a la Historia de cualquier forma, es ya la historia de la mediocridad al más alto nivel, del querer tomar el pelo a una España donde la mayoría con enorme nivel y gran esfuerzo lucha por sacar a los suyos sin hacer el más mínimo ruido pero donde él, con toda la cohorte de ministros y ministras, quiso provocar un enorme huracán hablando de fango y ataque personal a su familia. O sea, una vez más, las minorías queriendo hacer mucho estruendo sin apenas esfuerzo para imponerse a las mayorías.

En sueños muy profundos puede que pensara en su dimisión, pero sabía que no era el momento ni para España ni para él mismo donde, tiempo al tiempo, llegado el momento pedirá una retirada paralizando el país para que todos los aplaudamos. No vamos a llegar al subconsciente pero el fango en el que se había metido y con las puertas de las elecciones catalanas dándole en todas las narices, utilizó el victimismo para jugar con la moral de los españoles (está claro que la de aquel que se deje o sea un borrego más de todo el rebaño).

El animal por encima del ser humano, la compasión por el esfuerzo antes que por el resultado, la coparticipación de todos en favor de todos en detrimento de los más capaces, los derechos por delante de las obligaciones y así, todos juntos y revueltos… En ese escenario se mueve nuestro Sánchez.

Cinco días fueron suficientes no para reflexionar, es toda una gran mentira, sino para que todos los españoles tomaran conciencia del daño que se le estaba haciendo en lugar de reconocer que ha sido el uno de los grandes hacedores del fuego cruzado que se percibe diariamente en el Congreso.

Dejemos que corra el tiempo, que pasen los días y se nos presenten años venideros. El ronrón o el ronroneo –dice el refrán– tres días son y es el tiempo el que todo lo cura y pone las cosas en su sitio. Ahora bien, serán los momentos que pronto se presenten los que a la gran mayoría les permita ver que el presidente de toda una nación como España trató de jugar con los sentimientos en unos momentos donde la razón, el conocimiento y el sentido común no tienen valor alguno para él, no juegan al alza.

Corrobora cuanto decimos la declaración de la condesa de Fene, léase Yolanda Díaz, que con un verbo fácil y un altavoz populista afirmaba, este pasado 1 de mayo, que tenemos que trabajar menos para vivir mejor. ¿A quién quieren engañar? Pues eso, con un presidente que se toma cinco días de reflexión y un día del trabajador convertido en una clara jornada festiva de populismo para sacar rédito político no nos queda más que seguir pensando en que todo ha sido una clara apuesta para decirnos: the show must go on (el espectáculo debe continuar). Aquel/ aquellos que tengan dudas que piensen en la gesta escénica de María Jesús Montero y en los discursos de Oscar Puente. ¡El espectáculo servido!

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