Uno de los grandes intérpretes cinematográficos con licencia de su altísima majestad británica nos ha dejado. Sean Connery ha sido un intérprete elegante, con un claro y definido estilo, que ha marcado todos y cada uno de sus personajes, desde 007 a el doctor Quatermain. Hablar de Connery, es hablar de una carrera sin altibajos, coherente con su vida personal, y con un desarrollo del oficio, alejado de las estridencias acostumbradas por otros. Todo ello, debido a tomarse muy en serio su profesión, adaptándose a las distintas épocas y a las edades en el periplo de su vida. Yo lo descubrí como 007, y me enganchó a la franquicia para siempre. Una franquicia que engullí durante un verano.
Les cuento. Góngora, genio de las letras, hace siglos describía Antequera como la ciudad de fachadas blanqueadas y altos campanarios. Pidiendo licencia al lector o lectora, creo que también hubiese añadido para la última mitad del siglo XX, ciudad de cines y videoclubs. Quizá una de las ciudades más pródiga en ello, por habitante y metro cuadrado. Mi época de niño y adolescente, no vivió tantos cines,solo recuerdo el cine de la Carrera, el cine Ideal y el cine Torcal.
Pero en cuanto a videoclubs eso fue otra cosa: Olletas, Olletas II, Olletas III, Torcal, Kieds, Antequera… En uno de estos templos cinéfilos, cercano donde se encuentra la redacción de este semanario, un verano fui alquilando cada día una peli de 007. Connery marcó los pasos a seguir por otros 007 y me regaló un tremendo estío. Dejó la franquicia y fue el comienzo de una gran evolución. Robin Hood, Ramírez, Guillermo de Baskerville, Jim Malone, Henry Jones,…Con el tiempo, fui descubriendo y admirando el legado de Sean Connery. Tras recibir la noticia de su fallecimiento, no entraba en mi juicio su pérdida. Por ello, me va a permitir amigo lector, vea en esto una gran conspiración. Quiero creer que Connery no ha fallecido.
Su muerte ha sido falseada. Ha sido reclutado de nuevo como 007 por el MI6. Debido a la situación internacional en la que nos encontramos, “Spectre” puede estar haciendo de las suyas, y solo James, el verdadero James puede sacarnos de este apuro. En estos instantes, en algún lugar recóndito de este mundo, en la recepción de un hotel,el recepcionista tras pedir la identificación al visitante, sigue el recorrido de la mano derecha del huésped, encendiéndose un cigarrillo. Cierra el encendedor, y tras una calada,una voz tranquila y suave, responde –Bond, James Bond–.