sábado 18 mayo 2024
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Himno a la noche

Cuando el Dios bíblico dijo: “¡Hágase la luz!”, no estaba dando un “no” a la noche; por el contrario, pone día/noche en un plano de igualdad.  Pero el asombro ante la majestad del cielo estrellado nos lo hemos cargado sin remedio; hoy no hay casa de campo que no señale su presencia nocturna con un potente foco de led. La oscuridad es ya un recuerdo de cuando, siendo niños, la noche en el campo era todavía un café negro tachonado de estrellas; hoy es un café con leche. Café con leche “pa tos” si se piensa en cómo brilla la bola del mundo vista de noche por la estación espacial. Lo hecho tiene algo de profanación… por más que lo justifique el progreso: pues no se trata de alumbrarse, sino de negar la noche como el no-día.  

La pérdida de significado es más notable en el contexto religioso y poético: Ya nadie escribe un poema como el Himno a la Noche (siglo XVIII) que, cantado por Los niños del coro (película), decía esto: 

“Oh noche, ven a traer a la tierra

el tranquilo encanto de tu misterio.

La oscuridad que te escolta es tan dulce

como un coro de voces cantando la esperanza.

¿Hay belleza más bella que el sueño,

ni verdad más dulce que la esperanza?”   

En parecido tono se expresa otro poeta francés más reciente (muerto el primer día de la batalla del Marne), que hablaba así a propósito de la analogía noche-esperanza: 

“Vamos, sed como un hombre

que está en su barca en el río

y no se pasa todo el tiempo remando

sino que, a veces, se deja ir con la corriente.

Así vosotros y vuestra barca:

Dejaos llevar alguna vez por la corriente del tiempo

y dejaos introducir con valor

bajo el arco del puente de la noche”.

  La Fe y la Caridad –dice en otro lugar este apasionado converso–, serán virtudes de prestigio; pero, la esperanza: 

“… siendo tan poca cosa, dice Dios, sí que me sorprende; 

hasta Yo mismo, me quedo sorprendido.

¿No será por casualidad la mayor de mis gracias?”.

Bajo el arco del puente de la “noche”, Charles Péguy tuvo el valor profético de cantar la esperanza, no en su versión pesimista (“lo último que se pierde”), sino como algo con bastante mayor gracia. Con toda.

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