viernes 11 octubre 2024
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Lo dejamos para otro día

Dejar algunas cosas para hacerlas… otro día, tiene el peligro de la acumulación de tareas. Y lo bien cierto es que a cada día que vivimos, perdemos una nueva oportunidad para emprender algo nuevo, las faenas se acumulan y los días para romper la monotonía van disminuyendo. A la vez van decreciendo las oportunidades para emprender nuevas pasiones. El entusiasmo por lo novedoso decaerá y el envejecimiento prematuro nos acechará.

Se dice que Confucio, el gran filósofo chino, allá por el año 550 a.C.: nos dejó una de sus famosas frases: “Tenemos dos vidas; la segunda comienza cuando nos damos cuenta de que sólo tenemos una”. Pero, ¿realmente conocemos el significado de la famosa frase?
Los adultos, aquellas personas que sobrevivimos a las adversidades que se sufren, con tolerancia, resiliencia y mucha aceptación, a todo ese tiempo en que un matrimonio o pareja dedica a criar a sus hijos, superando dificultades laborales y económicas. Cuando ésas nuevas personas ya han crecido y nos quedamos más “libres” de ocupaciones, es cuando, en ese preciso momento, un buen día, hacemos números de nuestros días vividos y de los que nos podrían quedar por vivir siguiendo las estadísticas de vida, dándonos cuenta que la cifra restante es ya muy inferior a la que hemos gastado.

En ese momento observamos con perplejidad, al afeitarnos por la mañana ante el espejo, que el individuo de la imagen que nos devuelve el azogado cristal, ya no es aquel que siempre conocimos. Es lo último que nos quedaba por descubrir, un desconocido yo, sin pelo, con la barba blanca y a partir de ahí, perdemos el interés por lo nuevo, lo novedoso, aceptamos que los adultos hemos de vivir ese mínimo resto de la vida, de una forma más rutinaria, monótona y aburrida.

Y yo me respondo, al significado de la frase del Confucio, con otra pregunta. ¿Cuánto hace que no emprendemos algo novedoso? El momento en que hablamos mucho más de las historias ya vividas, experiencias pasadas, momentos, coyunturas y situaciones ya tenidas, que de las expectativas, aventuras, y nuevas experiencias a tener y poder gozar, es el preciso momento en que nos debemos dar cuenta del error y cambiar nuestros objetivos si queremos mantener nuestras células con ilusión y capacitadas para enfrentar el período de la llamada tercera edad, en las mayores condiciones de salud y capacidad física.
Claro que, siempre me podrán decir: acaso no estoy viviendo yo la vida que he elegido, mi vida es mía y la disfruto con aquello que creo más cómodo y a gusto en mi casa… No hacen falta grandes inversiones en largos viajes para conocer cosas nuevas y probar comidas y manjares desconocidos. Una y otra suposición es correcta. Y a emprender cualesquiera según criterios, pero realmente, deberíamos ser más conscientes de las numerosas cosas que la naturaleza nos ha dado y de corregir a sabiendas todo aquello nocivo de ciertas costumbres, que nos pueda llevar a una vida no deseada y que no merecemos.
Dejando las pequeñas cosas para otro día, posponiéndolas en el tiempo sin fin, ¿Cuándo las vamos a vivir? ¿Desde cuando no hemos desayunado un día tranquilamente? Sin prisas, tomándonos el tiempo necesario. ¿Cuánto hace que no dedicamos un tiempo a una actividad que nunca antes habíamos realizado? o tal vez arriesgarnos a emprender alguna faena que normalmente pensaríamos aquello de, eso es para personas jóvenes. ¿Cuánto hace que no se te saltaron las lágrimas del golpe irrefrenable de risa que nos pueda haber llegado? ¿Por qué no reír sin miedo a llamar la atención?

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