Pues qué queréis que os diga, en medio de todo esto, disfruté de lo lindo viendo a Nadal. En períodos de bajo tono muscular, Nadal ha sido mi referente. Si él podía, yo también. Su mente es poderosa, pero esto no se consigue por arte de magia, no. Una mente fuerte independiente de las lesiones físicas, se construye primero con una fuerza de voluntad extraordinaria, lo que no significa imposible.
Nadal es un guerrero asombroso, que siempre se presenta combativo, intocable, el primero. En la Universidad me conocen, además de por “La caja de las palabras Mágicas”, por ser una defensora a ultranza de Rafael Nadal. Hay compañeros que matarían porque su equipo de fútbol ganara, yo no llego a tanto, mi espera es una espera activa, nunca pasiva. No sé si por mi profesión, por mi máster en psicología o por intuición, conocía que él estaba curando sus heridas y que regresaría cuando lo considerara oportuno.
¡Ha vuelto y de qué forma! Mi hija Marina, que ya está trabajando en hospital, anestesiología concretamente, me comentaba los otros días que lo que Nadal consideraba un dolor en la pista, sería posiblemente para los demás mortales algo insufrible, inaguantable. Doy crédito, of course…
Muchos me dicen que gana una pasta, no lo dudo, pero, ¿a qué precio? Frustraciones, ocasiones perdidas entre lágrimas, soledad… Sé que si los demás entrenaban dos horas él lo hacía el triple. Cometía errores, pues claro que sí, de otra manera yo no estaría hablando de Rafa. Él nos ha demostrado que invariablemente se puede optimizar una jugada, un estilo de vida, siempre. Bueno, copa de Los Mosqueteros, la décima, lo que no ha conseguido. Ahora toca hierba. Mi suerte, la suerte es que yo, si Dios quiere, estaré viéndolo en directo. Mis hijas me han regalado esto por mi cumpleaños.