Una mala noticia, por veces que se repita. Y la semana va de mujeres, de desconcierto, de maltrato, de desigualdad. No es posible dar un calificativo que se ajuste a definir a la víctima del machismo. Invaden muchos sentimientos y nos faltan palabras, o tal vez, éstas sobren ante el horror de la muerte bruta e inexplicable. Demasiada violencia y hablar de igualdad parece contradictorio, fuera de lugar y rechazo de quienes creen que la pareja es de su propiedad. No es fácil luchar contra siglos de historia machista, donde las posiciones de cada cual estaban bien definidas, era lo que tocaba, las preguntas no se hacían y si alguien se atrevía, se quedaban sin respuesta.
La sociedad ha avanzado; mucho sobre todo, las mujeres, estamos presentes en todos los ámbitos sociales, somos bastantes más visibles, y capaces de vencer con la inteligencia, la constancia, y la complicidad. Pero también hay que reconocer que este avance que se ha producido, no va parejo en la manera de pensar del hombre. Tendrá aún que pasar mucho tiempo para que la igualdad entre personas sea una realidad, sin el condicionante del sexo.
Me molesta y debo admitir que participo, en pequeños certámenes literarios que tratan de ponderar el papel de la mujer. No tenemos que decir continuamente lo que valemos, lo demostramos en cualquier acto, en la intimidad de nuestro hogar, en nuestras relaciones externas, en la sensibilidad que afloramos para resolver problemas y en el complemento tan necesario en que se basa la familia. Pero avinagramos nuestra forma de ser muchas veces sin motivos aparentes y machacamos la convivencia. Un brindis a la armonía y un cerrojo a la puerta de la osadía para evitar que las pasiones más primitivas se apoderen de la razón y el civismo. Que se dé en todos los niveles.
Esta barbaridad la hace más cruel, demuestran que la educación y formación no son suficientes armas para los ataques de ira. Mientras, se dictan muchas leyes que quedan algo inútiles ante la falta de conciencia social.
