Si el domingo pasado vimos que Jesús predicaba y curaba en la sinagoga, hoy nos recuerda el evangelio que Jesús salió de la sinagoga y marchó a casa de Pedro y Andrés. Es decir, pasó de un lugar religioso a una vivienda.
Y en ella, Jesús también actúa en favor del necesitado: la suegra de Simón que está en cama con fiebre. Él se le acerca, la toma de la mano y la cura. No cura como un prestidigitador, ni como algunos profesionales que ni miran a los pacientes, sino que se acerca y toca a la enferma tomándola de la mano.Charles Peguy decía: “Cristiano es el que da la mano. El que no da la mano no es cristiano, y poco importa lo que pueda hacer con esa mano libre”.
Si el domingo pasado se nos decía de los que estaban en la sinagoga que, al ver lo que había hecho Jesús, lo anunciaron por todas partes. Hoy, al verse curada la suegra de Pedro se nos dice que se puso a servirles. He ahí las acciones que nos invita a vivir el evangelio: la escucha y proclamación de la Palabra, y cuidar de los demás.Añade Marcos que al anochecer, (cuando concluye el sábado para los judíos y ya pueden trabajar): los habitantes de Cafarnaún cargaron con los enfermos y los llevaron ante Jesús. Y él, en la calle también actúa en favor de los necesitados y los cura.Tres sitios distintos: un lugar público, otro cerrado y el tercero al aire libre, y en los tres se nos invita a vivir la escucha de la Palabra y la ayuda a los demás.
Pero san Marcos recuerda que, esa jornada que Jesús inició yendo a rezar a la Sinagoga, “al día siguiente se levantó de madrugada, se marchó al descampado y se puso a orar”.
Y nos ha dicho que Jesús enmarca toda su actividad con la oración. Lo que nos está advirtiendo que el trato con Dios, la oración, debería iluminar el arranque y remate de nuestras semanas y jornadas. Es verdad que los cristianos, de domingo en domingo nos reunimos para celebrar la eucaristía: la oración pública por excelencia, fuente y corona de nuestra Fe.
Y que, por ello, deberíamos estar enamorados de la Eucaristía, deberíamos “eucaristizarnos” como le gustaba decir al obispo de Málaga, san Manuel González. Ya que es en la oración donde Jesús quiere que busquemos fuerzas para seguir atentos a su palabra y al servicio. Y por ello, además de la eucaristía, todos deberíamos vivir nuestra oración personal bien en el templo, o en nuestra casa o dando un paseo. Solo así, tendremos fuerzas para seguir proyectando, a pesar de los malos tiempos y cansancios, nuestro amor y servicio a Dios y al prójimo.