A mí también me ha sorprendido el título, porque me ha sonado a un capítulo de la novela corta que estoy terminando. Pero me he sentido bien diseñando nubes y palabras que envuelvan sórdidas historias de injusticia y comentarios de llantos reales, de personas reales. Por eso me he dejado llevar por el optimismo y la lírica de la carta de los reyes que quieren ayudar a ese niño que en Galicia espera crecer y ser feliz.
Corro, marcho por las calles de siempre y veo una ciudad desaseada. Mi ciudad está más desaliñada que antes. Las callejuelas queridas y en penumbras, la noche oscura cubriendo las travesías. Las mesas de un pequeño y entrañable café instaladas sobre una pátina sospechosa de polvo antiguo en el pavimento.
Le cuento lo de las tarjetas que Blesa y compañía tenían ocultas y en las que cargaban todo lo que podían. Secretos que salen antes que luego.