No, no quería serlo, se negaba rotundamente a que le dieran el papel del protagonista en aquella novela que la escritora acababa de empezar, por eso trataba de escapar como un desesperado. Intuía que su personaje no le iba a gustar porque iba tomando forma y no le apetecía para nada el cariz que tomaba el asunto, lo que leía sobre sí mismo no le sonaba bien. No fue en el primer capítulo ni en el segundo. La novelista saboreaba el momento de hacerlo aparecer en aquella página que con sólo un par de click de teclado, se había convertido en la 28, y casi al final del párrafo, para dejar al posible lector en vilo y catapultarlo al siguiente capítulo.
Cuando se vio inmerso en la acción que él no quería, trato de huir. Buscó lugares posibles, el pie de página, por los márgenes despoblados, por el interior del folio corregido, incluso por ctrl, pero todo fue inútil. Ya tenía un nombre en clave, Nahé y desde luego una descripción física de lo más acertado para semejante sujeto. Evidentemente la escritora no se conformaba con imputarle un crimen normalito, ¡qué va! ella lo estaba convirtiendo a golpe de palabras descriptivas en un asesino enserie. Así que supuso que durara lo que durara el libro, tendría que asesinar por todas las páginas a lo largo y ancho. No tenía espíritu asesino, de vez en cuando le habría dado un sopapo a algún desgraciado toca narices, pero de eso a matar a alguien, nada de nada.
Lógicamente lo de ser un protagonista asesino te exigía una ética profesional, un estatus que mantener. Por otro lado, tendría que esconderse, huir, buscar lugares recónditos de inframundos y ciénagas para ocultarse del otro personaje o personajes creados por aquella tenaz escritora. Tendría que evitar a policías y detectives que seguirían sus maldades. En fin no le quedaba otra que negociar con la escritora un cambio de personalidad en medio de aquellas páginas que corrían por la pantalla del ordenador como alma que se lleva el diablo. (Continuará)