viernes 22 noviembre 2024
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Villodres: ¡Feliz Centenario!

El día estaba repleto en el calendario cristiano, el tañer de las campanadas era confuso, se entremezclaban los toques de fiesta con los de gloria,  el frío y olor a humo que aún se respiraba en el ambiente, por la noche de la Candelaria. Un joven farmacéutico, recién llegado de Archidona, título bajo el brazo, traje de los domingos y un pequeño maletín que guardaba sus tesoros, fórmulas, que le iban a ser de gran utilidad en el día a día, se disponía a abrir su propia botica. Corría el año 1921 y en unas dependencias de la casa de los Gámez, calle Calzada, inauguró un establecimiento, que ni en su momento de mayor optimismo, pudo pensar que, un siglo más tarde, continuaría en manos de sus herederos.

Un joven apasionado por mejorar los males que padecía una sociedad pobre y casi analfabeta. Tanto, que quedó un dicho popular que se transmitió a los descendientes de los que auxilió: “Ve y pide a Villodres”. Era José Villodres Cano y verlo en la plaza de San Francisco, rodeado de jornaleros a los que solía invitar a desayunar, formaba parte de una estampa diaria, que se mantiene en la memoria de los mayores. 

Antequera le pagó con amor, mamá Lola, con la que fundó una familia. Sin embargo, la guerra fratricida, los avatares, incomprensiones y garrotazos de unos a otros, como bien recoge el cuadro de Goya, le impidieron a José envejecer con los suyos. Se marchó joven, pero dejó una valiosa herencia: el afán para que la generosidad y el altruismo se instalaran de forma perenne en su familia. Su preocupación personal por estar más cerca de los menos favorecidos le llevó  a tener un nombre propio en política. La radicalización lo alejaba de sus ideales. Era un adelantado a su tiempo y entendió que la mejora de la sociedad, tendría que llegar partiendo de un punto de encuentro, no era posible  entre polos opuestos. 

Hoy, sus biznietos, en la farmacia que lleva su nombre, a escasos metros de la que abrió en la mañana de febrero de 1921, siguen el sabio consejo de aquel visionario: “Que la ética profesional, prime siempre sobre el mercantilismo”.

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