Decía “nuestro” Sol no hace mucho que en este mes de diciembre todo giraba en torno a la Navidad. Sí, todo “huele” a Navidad. También ahora la Navidad empieza a recordarme aquella Navidad antequerana de cuando yo era niño. Era aquella una Navidad simple; Navidad de zambomba y de pequeñas cosas: mantecados y acaso algo de matanza, sin olvidar a nuestra Academia con sus “Lecturas de la canela”, ¡treinta años de vida ya!, y vivir con el recuerdo permanente del Niño-Dios.
Hace tiempo que no paso unos días navideños en “mi” Antequera de siempre, pero siempre me acuerdo de Antequera y he vivido durante algunos años en Madrid más de una Navidad sin símbolos navideños. Siguiendo el ejemplo de Vigo, casi todas las ciudades españolas tratan de demostrar sus bellezas con mucha luz. Nos invade por todos lados la polución lumínica.
El anuncio de la Navidad se ha convertido en una ceremonia pagana de encendido de muchas luces; cada vez con más colores. Hay que demostrar al “de enfrente” que somos capaces de dar a un botón y encender más puntos de luz que los competidores. Pero, yo me pregunto por los símbolos navideños simples; los de siempre. ¿Existen? ¿Se utilizan? ¿Se habla del significado de estas fechas? Afortunadamente, sí. Se empieza a hablar otra vez en varios lugares, aunque no quiero pensar que también estas fechas y su significado se han politizado.
Hubo unos años en Madrid que la famosa cabalgata estaba dominada por zancudos y extraños personajes. Hoy se ha recuperado en Madrid el sentido navideño de siempre, que gira alrededor del belén (nacimiento, que decimos en mi pueblo) de la Puerta del Sol. Parece que se han recuperado los símbolos navideños y el mensaje de paz de la Navidad.
La Navidad es muy simple, y creo que no hacen falta tantas luces, ni tanta iluminación para captar el mensaje de Paz de una familia que se hospeda con su bebé en el portal de Belén, portal al que acuden desde unos humildes pastores, hasta tres Reyes de Oriente cargados de obsequios para aquella humilde familia… Ésta es la Navidad que estoy viviendo este año en Madrid.
¿Y otros años? He pasado la Navidad con mis simples recuerdos antequeranos. Han sido unas Navidades muy familiares, como las de antes, con sabor muy antequerano. Siempre he querido que sean así: simples y con mi familia más próxima. He tratado siempre de que mis días navideños sean días familiares y pasen con sentido navideño. Así lo he hecho siempre: mis días navideños siempre en España,ya sea en Madrid, en Barcelona, en los Pirineos, o en los puntos de Milton (cercanías de Boston) y de Miami que, para mí, tienen todo el sabor español: mi joven familia vive allí. En todos estos lugares tan dispares, pero siempre rodeado de los míos. A veces, con los que ya se fueron; otras veces con los que están llegando…
Recordaré las Navidades de los últimos años pasadas en el continente americano y la sorpresa que me llevé con un belén (“nacimiento”) muy parecido a los de mi pueblo, pero descubierto en Comayagua (Honduras). He sabido que, de esta forma, se respeta la Navidad católica, en países tan lejanos como Venezuela y Colombia, sin haber oído nunca por aquellas tierras algo injurioso ni sobre España, ni sobre aquellos sacerdotes que introdujeron la costumbre de los belenes al tiempo que los evangelizaban…
He intercambiado algunas palabras con algunos inmigrantes de países hispanoamericanos en los Estados Unidos; no supieron responderme el porqué de la desaparición de los símbolos navideños –reyes de Oriente, por ejemplo–, y la proliferación de símbolos judíos, como el famoso candelabro y el deseo de una feliz Hanukkah. Mi aseveración ha sido siempre: me da mucha tristeza que la palabra Christmas haya quedado relegada a la simple frase comercial After Christmas sale… (Ventas post-navideñas).¡La Navidad es mucho más que eso!