Mensaje de las lecturas
· Primera lectura, I Re 19, 4-8: “… come, pues el camino es duro”.
· Salmo, Sal 33, 2-3.4-5.6-7.8-9: “Gustad y ved qué bueno es el Señor”
· Segunda lectura, Ef. 4, 30-5,2 :“ Vivid en el amor como Cristo os amó…”
· Evangelio, Jn, 6, 41-52: “ Yo soy el pan de la vida… El que coma de este pan vivirá para siempre”.
La presencia eucarística
Hoy pregunto: ¿creemos en la presencia real de Jesús en la Eucaristía? Ésta es una pregunta clave que todos los cristianos nos deberíamos plantear con toda seriedad y con cierta frecuencia. La respuesta, positiva o negativa, está, por supuesto, en consonancia con la carencia o abundancia de frutos espirituales en nuestra vida, y se constituirá en el criterio auténtico y fundamental de verificación sobre la consistencia o debilidad de nuestra fe en la Eucaristía.
La respuesta afirmativa supone que una persona participa frecuentemente en la Eucaristía, por supuesto la dominical, pero también entre semana; su fe se centra en la figura entrañable de Jesús; Éste le apasiona, le atrae, le subyuga; no puede pasar mucho tiempo sin conversar con Él: en el templo, el sagrario se transforma en polo central de atracción irresistible; ansía meditar su palabra durante la celebración eucarística o fuera de ella, y considera secundarios todos los demás elementos que contribuyen y ayudan a mantener el clima espiritual de un ámbito sagrado.
Desde este estilo evangélico de fe por el cual un cristiano se centra en Jesús como el pan de vida, comienza, como dice el salmo, a experimentar y a gustar que el Señor es pura bondad, misericordia, cercanía, delicadeza, ternura, compasión y perdón, y que su alabanza no se aparta de su boca y de su corazón, porque le tiene siempre presente.
Desde su talante evangélico, el cristiano sabe que necesita comer frecuentemente este pan de vida porque, al igual que el ángel le susurra a Elías en la primera lectura, “… El camino es duro y largo”. Y es esa dureza del camino, efectivamente, lo que cada uno de nosotros experimenta una y otra vez en su vida: que nos cuesta mucho creer y ser coherentes.
Que se nos hace muy cuesta arriba el confiar en Dios cuando el dolor y las dificultades nos golpean despiadadamente; que nos desanimamos muy pronto y muy fácilmente frente a aquellos que no creen o se burlan de nuestra fe; que nos acobardamos enseguida ante las dificultades sin cuento que jalonan diariamente nuestra vida; ¡y por eso necesitamos comer! ¡Porque sin Él nada podemos!
Si uno come de este pan… vivirá para siempre, dice Jesús. Y para quien no come de este manjar es imposible la existencia cristiana. Y donde no está la vida, está la muerte. El que ignora y se priva de este manjar expulsa de su vida el amor cristiano que lleva al amor incondicional del otro; esta comida facilita y respeta la vida de todo ser humano en todos los estadios de su existencia.
El que la come vive la misericordia, la compasión, la acogida, el respeto, la tolerancia, la cercanía, el perdón… siempre y en todo lugar; todo ser humano, sin distinción, se transforma en la figura adorable de Jesús para él. Porque la persona eucarística une estrechamente en su vida el amor a Dios y al prójimo. Son inseparables.
padre Domingo Reyes Fernández