Ya comienza ese tiempo tan esperado por tantos cofrades. Ya comienza a oler a incienso. Ya la Semana Santa se acerca. Comenzamos, un año más, una vez más, el famoso tiempo de Cuaresma. ¿Y qué es la Cuaresma? ¿Es un tiempo más o es un tiempo distinto?
Está claro que la respuesta la encontrarás según cómo vivas este tiempo de “cuarenta días de preparación para la Pascua del Señor”. Últimamente hago mucha autocrítica porque la fe cristiana parece una fe muy permisiva; es como si la religión se adaptase a mi persona en algo así como “yo vivo mi fe a mi imagen y semejanza –por no decir como me da la gana–”. Pues ciertamente, no debe ser así porque realmente no es así.
Los tiempos “especiales” que nos marca el calendario litúrgico nos invitan –como su propio nombre indica– a “vivir de manera especial” este tiempo, que es preparatorio para una fiesta importante, en este caso, la Semana Santa. Es algo así como preparar un boda: vives con nervios, interés, deseo, ganas, entusiasmo, ilusión la preparación de un día que será muy importante y, al llegar ese día, lo celebras por todo lo alto.
Así debe ser nuestra Cuaresma: debe ser un tiempo de recogimiento, de ayuno, de oración, de esfuerzo, de interés… para, más tarde, poder vivir la Semana Santa y, dentro de ella, especialmente festejar la Resurrección de Cristo. ¡Qué pena que muchas veces nos quedemos “la muerte de Jesús”, en ese Viernes Santo! ¿Vale más la muerte que la vida?
Vemos cçomo los mayores suelen cuestionar mucho a los jóvenes de hoy. Dicen de ellos que no les apasiona ya nada, que lo tienen todo visto, que nada les parece nuevo. Es como si estuviesen viviendo de fiesta todos los días y, cuando llega una fiesta importante, no les llama la atención porque ya están “hartos de ‘tó’”.
¿Así cómo van a ver la importancia de la palabra fiesta si se ha convertido en algo cotidiano para ellos? Realmente corremos el riesgo de caer todos en ese mismo error: si vivimos todos los tiempos de la misma manera, nunca nada nos resultará especial. ¿Acaso no merece la pena prepararse y vivir de un modo especial el tiempo de preparación para festejar la vuelta a la vida de Cristo y el mensaje que ello conlleva?
Recientemente ha dicho el Papa: “Mejor ser ateo que un católico hipócrita”. Vivamos con coherencia: no nos privemos de carne por vigilia para hartarnos de marisco después; no vivamos intensamente dentro de una cofradía el montaje de nuestros hermosos tronos y de nuestros amados titulares para después no vivir el Triduo Pascual; no nos engalanemos para pregones y actos cofrades para después abandonar a nuestro Cristo Resucitado en el tiempo de Pascua…Vivamos con coherencia nuestra vida y con coherencia vivamos las fiestas sólo cuando corresponde y no transformemos en fiesta lo cotidiano de cada día.
EMILIO CÓRDOBA