Me parece oportuno empezar contar una historia real que ocurrió con el conductor de una excursión. Un grupo de turistas iba a emprender una ruta turística. La carretera era estrecha y llena de curvas peligrosas. El conductor estaba nervioso, era la primera vez que hacía ese recorrido. Antes de comenzar se plantó delante del autobús y rezó cuanto sabía.
Apenas recorridos unos kilómetros, el motor comenzó a calentarse. No había agua en el radiador. Eso tenía fácil arreglo. Pero faltando muchos kilómetros para la meta, el autobús se paró. No había gasolina en el tanque. Se quedó vacío. Los turistas tuvieron que esperar largas horas antes de ser auxiliados. El conductor había orado antes de salir, pero no había echado agua al radiador y no había llenado el tanque de gasolina…
En nuestro mundo, y entre nosotros, hay personas que viven como turistas. El turista es el que disfruta de un lugar, lo usa unas horas o unos días y habitualmente lo deja peor de lo que lo encontró. Los hay que viven como peregrinos. Hacen muchos sacrificios, pero sólo les interesa la meta. Y se desentienden de lo que pasa a su alrededor. Los hay indiferentes. Otros dicen que el mundo pasa… otros dicen que la vida es una historia contada y poco más importa…¿Para qué preocuparse? Todas estas personas son las cinco doncellas necias que esperan al novio dormidas.
Y están las cinco doncellas sabias, son las que saben que el mundo es un lugar hermoso, que hay que disfrutar, pero que hay que dejarlo mejor de lo que lo encontramos. Las que saben que hay que hacerlo más humano, más justo, más solidario, más fraterno, más según el proyecto de Dios. Son sabias las personas que saben que hay una meta final, pero este mundo es hoy nuestra casa y hay que comprometerse con todas las causas justas hay que mancharse las manos. Son sabias las personas que saben que hay un fin del mundo y oran por los cielos nuevos y la tierra nueva y oran para que venga a nosotros el Reino del Padre y oran para que el novio llegue y nos introduzca en el banquete de bodas, por eso viven preparados y trabajando. Jesús nos dice a todos hoy: “Estad vigilantes porque no sabéis ni el día ni la hora”.
La pregunta para el cristiano no es ¿cuándo se acabará el mundo? La pregunta es: ¿estamos preparados? Unos preparan oposiciones. Otros preparan un viaje exótico. Otros se preparan para un futuro inmediato. Otros viven al día. Nosotros nos preparamos par lo mejor, para una fiesta de bodas, para recibir al novio y el novio es Jesucristo. Y como el novio se retrasa más de la cuenta, unos se quedan dormidos, otros se van al bar de la esquina y otros piensan que no hay que esperar a ningún novio; la suerte ya está echada, pase lo que pase.
Sí, el novio se retrasa, pero viene, y nos invita a nosotros que tenemos un poco de sabios y un poco de necios a buscar la sabiduría. La prudencia intenta resolver lo inmediato. La sabiduría contempla la totalidad de la vida. Esta es una de las parábolas del Evangelio en que todos los personajes son mujeres. Las de media noche son las portadoras de la luz a la comunidad. Esperan y vigilan. Viven en la fe y en el amor al Señor.
Si yo hubiera escrito esta parábola, habría descrito a cinco mujeres sabias y a cinco hombres necios. Los hombres vivimos lo inmediato. Nos devoran los instintos. Nos matan los problemas, los negocios. No tenemos tiempo para lo importante: Dios, los hijos, la comunidad, las cosas del espíritu, la oración… Nos envenena la avaricia, el prestigio, el tener más… Nos contentamos con poco. Nos basta el presente.