jueves 25 abril 2024
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El arte de servir: Domingo XXIV del Tiempo Ordinario

Jesucristo rompe, de nuevo, los moldes de la sociedad en la que vive. Los apóstoles le oyen hablar de entrega, sacrificio… pero ellos siguen pensando en un reino a lo humano, de poderío físico, de dominio sobre los demás.Qué bien lo sabe el apóstol Santiago que, con la sabiduría de los años de seguimiento del Señor, amonesta en su carta a los cristianos que andan con luchas y conflictos internos, con la intención de satisfacer las propias pasiones (cfr. Segunda lectura). Pero en el momento que nos narra el Evangelio de hoy domingo (Marcos 9, 30-37) los  apóstoles están como atolondrados. “¿De qué discutíais por el camino?” les interpela el Señor.

 

Pero ellos callaban. Jesús conoce el asunto, sabe de qué han hablado, pero quiere provocar la sinceridad en sus apóstoles. Sin darles más tiempo les aclara. “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. ¡Qué caras pondrían los apóstoles! Pero no se queda ahí, sino que va más allá y les habla de que servir es hacerse como niños. No lo comprenderán de inmediato.

 

De hecho más a delante Jesús le dirá a Nicodemo –gran conocedor de la Ley y hombre piadoso– que “hay que nacer de nuevo” y no lo comprenderá tampoco.No olvidemos tampoco que está hablando a los apóstoles, Pedro y los once: el primer Papa y obispos. Jesucristo quiere enseñar a los que han de ejercer la autoridad en la Iglesia, en la familia, en la sociedad, que esa facultad es un servicio que se presta.En un primer lugar, se dirige a los que van a gobernar la Iglesia.

 

Les dice que ejercer la autoridad es servir. Recuerdo que el báculo de s. Juan Pablo II, por lo menos ese, acababa en una cruz con un Crucificado y toda la pieza estaba inclinada hacia delante, como queriendo indicar la actitud de servicio;y es el sucesor de Pedro. Así firmaban los Romano Pontífices: “siervo de los siervos de Dios”.

 

Pero el Señor no solo quiere que su directo representante aquí en la tierra y los apóstoles ejerzan la autoridad recibida de Él con ese espíritu de servicio, sino que lo enseña a todos en la gran familia de la Iglesia. Todos debemos tomar ejemplo de cómo servía nuestro Señor. De cómo se dejaba llevar de un lado para otro porque le pedían una curación. De cómo estuvo durante todos aquellos años de vida oculta ayudando a San José, a su Madre la Virgen y, seguramente, prestando todo tipo de servicios a los vecinos y personas que se acercaran por su taller. ¡Y estaba redimiendo a la humanidad!Durante la Última Cena se lo mostrará gráficamente a sus discípulos con el lavatorio de los pies y se lo explicará para que les quede claro.Se sirve al ejercer la autoridad, como sirvió Cristo; y se sirve obedeciendo, como el Señor, que se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz.

 

Y para obedecer hemos de entender que la autoridad es un bien inmenso sin la cual no podría existir la Iglesia tal y como la fundó Jesucristo. Ahí es donde entra la humildad y por ello Jesús menciona a los niños. El niño obedece a sus padres porque les quiere. Los padres ejercen su autoridad sobre sus hijos con el deseo de formarlos, y –sobre todo– porque les quieren.Humildad para mandar y humildad para obedecer.

 

Todo un arte en el que debemos ejercitarnos a diario tratando de desechar la idea de dominación que vemos en algunos ámbitos de la vida social. Costará en ocasiones algo más de lo habitual, ya porque el mandato no lo comprendamos ya porque por las circunstancias en las que nos encontremos sean especialmente arduas; pero si no olvidamos el principal motivo por el que lo hacemos (imitar a Jesucristo, amarle como Él nos ha amado) todo se solucionará con una sonrisa como la de nuestra Madre.

 

Padre Mariano Amores

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