La realidad que vivimos sigue interpelándonos. Las querras que no finalizan, los miles de muertos a causa de esas guerras entre palestinos e israelitas, Ucrania y Rusia. Y ahora qué será del destino de Siria tras el golpe de Estado. Detrás de todo ello están las ideologías y fundamentalismos que nada tienen que ver con el Evangelio de Jesús.
El evangelio de este domingo dirige la atención al comportamiento que verdaderamente agrada a Dios. Juan el Bautista responde a tres tipos de personajes que formulan la misma pregunta “¿qué hacemos nosotros?”: Dios no exige nada extraordinario, sino sólo la solidaridad y la justicia hacia el prójimo. Esto que parece fácil no lo es tanto, por eso, el Bautista advierte que está viniendo alguien poderoso, el que nos salvará de nuestros egoísmos, el que de verdad cambiará nuestra vida quemando el pecado y regalándonos el Espíritu Santo. Por esta razón, “estemos alegres en el Señor”.
No olvidemos que nos encontramos en el tiempo de Adviento, un tiempo destacado por la esperanza que requiere para ello un cambio y conversión en nuestras vidas. Todo ello nos lleva a levantarnos de nuestro letargo y tristeza. La alegría que se arraiga en la esperanza de la venida de Jesús se expresa en la afabilidad con los otros, ¿quién puede decirme una palabra verdadera que suscite y refuerce en mí el querer el bien para los demás? Ya el papa Francisco en su primera encíclica sobre el evangelio de la alegría nos invitaba a ser hombres de fe y esperanza a la luz de la esperanza que despierta en nosotros el evangelio.
Precisamente es el Evangelio de hoy el que nos muestra la figura de san Juan Bautista que nos anuncia la venida del Salvador, de tú Salvador. Juan Bautista lleva a Jesús en el corazón para anunciar su venida. Quiere compartir la alegría de Jesús. La alegría que les da tener a Jesús en su interior. ¡El Señor está cerca! Viene, ya viene. Prepárense. ¿Hay espacio en tu corazón para Él? Es ahí a donde Jesús viene.
Juan nos prepara diciéndonos que tengamos solo lo necesario para darle espacio a Jesús. Si Jesús ve un corazón con cosas que le quitan lugar, Él no se puede hospedar ahí. No tendrá espacio para estar ahí. Estaría compitiendo con cosas mundanas, con esos ídolos que a veces el alma hospeda en el corazón. Prepara tu corazón, saca lo innecesario de tu corazón, saca lo innecesario de tu casa para que llegue la verdadera alegría a ti.
En un mundo que mucha veces es egoísta y que no mira más allá de su propio “yo confortable”, sin problemas ni responsabilidades, Juan nos invita a la conversión del compartir: “El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga comida haga lo mismo”.
El Espíritu del Señor siempre nos impulsa a dar buenas noticias a toda la humanidad. Juan Bautista exhorta a una conversión coherente con consecuencias en la vida cotidiana. Las respuestas que va dando el Bautista orientan a una conducta caritativa, generosa, honesta y respetuosa de los demás. A quien posee bienes se le invita a compartir vestido y comida; a quien cobraban impuestos se les invita a no cobrar más de lo establecido, es decir a ser honestos y no aprovecharse de los demás; a los soldados se les invita a no extorsionar ni denunciar falsamente, que era el modelo equivocado de actuar de algunos para mejorar sus ingresos de modo injusto. Es es el momento de vivir la conversión y preparar la llegada del Señor.
Desde ya preparemos nuestro corazón al cambio, a la conversión para recibir en Navidad con alegría a Jesús en nuestros corazones. Recordemos que el Hijo de Dios nos trae esa vida plena que todos anhelamos.