En 21 de marzo, el domingo posterior a la festividad de San José, la Iglesia en España celebra el Día del Seminario. Divididos por arciprestazgos, los seminaristas malagueños recorren estos días toda la diócesis para compartir sus testimonios y dar a conocer el día a día del Seminario Diocesano de Málaga en parroquias o colegios.
Cristian Carrasco Sánchez es un joven fuengiroleño de 21 años que cursa el tercer curso del Seminario y que participa en esta campaña en el Arciprestazgo de Antequera, donde está dando su testimonio personal: “Lo más importante es tener un encuentro con los niños y los jóvenes para explicarles que los seminaristas somos personas normales y responder sus dudas”.
Él es uno de los doce seminaristas que, junto a cinco diáconos, se forman para el sacerdocio en nuestra Diócesis. “Dios lo que quiere para nosotros es que seamos felices, y poco a poco a través de mi vida en la parroquia del Carmen de Fuengirola y, sobre todo el testimonio de mi cura Damián, me hizo ir fijándome en la figura del sacerdote”, relata en un recorrido que le ha llevado “a darme cuenta de que lo que a mí me hace realmente feliz es ser sacerdote, ser otro Jesús de Nazaret que es lo que me llena el corazón”.
En un recorrido iniciado el sábado 5 de marzo en la Parroquia de Santiago de Antequera, y que ha continuado por otras parroquias como la de Los Nogales, Valle de Abdalajís o Casabermeja. También en colegios e institutos, tanto públicos como concertados, el seminarista ha podido acercar su vivencia a jóvenes que, en muchos de los casos, no comparten sus creencias. “La sociedad tiene un prototipo y unas estructura, y cuando ellos ven que lo que se oye y lo que se escucha muchas veces no es la realidad, los chavales muchas veces te lo agradecen”, indica reconociendo que estos encuentros también le sirven para crecer personalmente.
Cristian querría decirle a todos esos niños y jóvenes que “luchen por lo que quieren en la vida, sobre todo que busquen su felicidad, y que allí donde esté nuestro corazón está nuestro tesoro, que es esa felicidad”. Así, “cuando uno responde a la vocación, que es la llamada que Dios le hace a ser feliz, es donde se va a encontrar pleno”.
Desde que llegó a su parroquia con seis años, “casualmente para que me bendijeran un escapulario de la Virgen del Carmen que mis padres me habían traído de Granada”, la oración ha sido cada vez más un pilar fundamental en su fe: “Solo ante el Sagrario le preguntaba al Señor qué es lo que quería de mí, y poco a poco fui encajando momento y situaciones, personas que me encontraba y sobre todo lo que sentía en el corazón cuando hablaba de ser sacerdote. Todo fue encajando como un puzzle. Mi incógnita iba teniendo poco a poco una respuesta sencilla y clara, que era ser sacerdote”.
Buscar respuestas en lo que el Señor espera de ti
El hecho de ser un seminarista no le hace ser un bicho raro. “Para nada, soy una persona totalmente normal, con mis virtudes y defectos; tengo mi familia, mis amigos, escucho todo tipo de música, me gusta de vez en cuando salir a tomar algo, estar en redes sociales… lo que puede hacer un chaval normal”. “Tener la vocación al sacerdocio no significa que vivas en otro mundo, ni que seas de otra categoría; eres uno más de los jóvenes”, insiste.
A quien tenga esa inquietud, Cristian le invita a dar “el paso previo de asistir al Seminario Menor” y compartir experiencias con otros jóvenes una vez al mes para “buscar esas respuestas de lo que el Señor espera de ti”. Así, “se convierte en una gran herramienta para poder discernir la vocación a la que estás llamado”.
Antes de concluir esta conversación, desea expresar un mensaje de gratitud: “Gracias a mis padres, a mis amigos, a mi parroquia del Carmen de Fuengirola que al fin y al cabo son las personas que, junto al Señor que me ha llamado, me hacen sentir el chaval más feliz del mundo. Gracias a ellos por todo lo que he vivido a su lado, ya que sin ellos no estaría yo hoy en el Seminario de Málaga”.