Ante la Asunción de la Virgen el 15 de agosto. Dicen que “una gran señal apareció en el Cielo: una mujer con corona de doce estrellas sobre su cabeza, vestida de sol y la luna a sus pies”. Así nos habla el Espíritu Santo de nuestra Madre Santa María. Celebramos con inmensa alegría la Asunción de la Santísima Virgen en cuerpo y alma a los Cielos.
Cada uno puede vivir esta Solemnidad como el Señor le aconseje en su oración. Quizá lo que podemos intentar es acercarnos más a Ella. San Juan Pablo II nos sugiere: “Mi mensaje se hace invitación y exhortación. Quisiera que el mundo entero se acercase más a María. Ella es portadora de un signo indeleble de juventud y belleza que no pasan jamás. Que tengamos cada vez más su confianza en Ella y que le confiemos a Ella la vida que se abre ante nosotros”.
El testamento de Jesús, su última voluntad para nosotros fue darnos a su Madre. Nos lo cuenta San Juan en su Evangelio: “Jesús viendo a su Madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a su Madre: Mujer, he ahí a tu hijo. Después dice al discípulo: He ahí a tu Madre”.
Las palabras del Señor no pueden ser más claras. La Virgen es Madre de Dios y Madre nuestra. Dice el Evangelio que el joven apóstol desde aquel momento la recibió en su casa. Le hizo caso. Trató a María como si fuera su madre.
Vivió como hijo suyo, y empezó una forma de vida maravillosa. Nosotros también podemos recibirla en nuestra casa, podemos hacerle más caso, vivir como sus hijos e hijas. Y empezar a vivir una vida maravillosa.
Nosotros ¡qué poco caso le hacemos a veces! Sin embargo, ella nunca nos deja solos. Somos nosotros los que nos olvidamos de Ella. “En el viaje de la humanidad por este mundo todo era tristeza y aburrimiento. Pero un día subió al carro de la vida una Madre con un precioso Niño. Jesús apareció en esta tierra en brazos de su Madre María y lo cambió todo.
“Desde entonces la alegría renació en la humanidad. María trajo a nuestro planeta al Único capaz de alejar nuestras tristezas; al Único capaz de dar sentido a cada paso de nuestra existencia. Por eso la llamamos Causa de nuestra alegría. Cuanto más la metamos en nuestra propia vida, más nos contagiará su felicidad”. (Chesterton).
La Asunción de la Virgen María nos trae esa sensación de “cosa especial”. Son días “especiales”. Son días para la Virgen, para nuestra Madre. Tenemos la oportunidad de ser más generosos con la Virgen y demostrarle nuestro cariño con obras.
Nos dice el Papa Francisco que mucha gente quiere vivir tranquila pero “el Señor es incómodo. Nos hace ir a menudo por sendas que no querríamos”.
Deja que Santa María te “complique” la vida. El Amor es un “lío” maravilloso, es el “lío” más maravilloso. Que dejes que Santa María entre en tu vida estos días y organice un “lío” fenomenal.
Las personas enamoradas se regalan lo más valioso que tienen: se dan ellas mismas. Que cuando terminen estos días de fiesta la Virgen Santísima pueda decir de ti: ¡Me quiere, me quiere de verdad!
Y que estos días de generosidad te sirvan para entregarte mucho más, del todo, a María durante toda tu vida. El Papa Francisco repite con insistencia estas palabras y esta petición: “Que la Virgen los bendiga mucho, que Ella, como Madre, los cuide; y por favor, no se olviden de este Obispo, que está lejos, pero los quiere mucho: recen por mí”.
padre José María Valero
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