Del evangelio de hoy dice Dostoievski en Los Hermanos Karamazov: “Si hubo alguna vez un milagro verdaderamente grande, fue aquel día, el día de estas tres tentaciones… porque en ellas está presente toda la futura historia del mundo y de la humanidad”.
Tres tentaciones que soporta Jesús. En ellas no aparece como un superhombre, sino como quien se ha hecho semejante a nosotros y vive la inseparable lucha del destino humano, las tentaciones.
La primera, la del mundo económico, la del tener: “Di que estas piedras se conviertan en panes”, dice el tentador. Y Jesús responde: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Es esta la tentación de todos los tiempos, que hoy mantiene muy viva la sociedad de consumo.
La segunda tentación, la del poder religioso. Que te vean descender desde el pináculo del templo en manos de los ángeles, para que todos te admiren y sigan. Jesús sabe que la religión que se impone, no es religión. (Él no se bajó de la cruz.) Él quiere que la alegría de la fe brote, no del aplauso, sino del conocimiento y amor de Dios que habita en su Palabra.
Y la tercera tentación, la del poder político. Le mostró los reinos del mundo y dijo: “Te los daré si te postras y me adoras…” Tentación del poder, a la que solo le importa la sumisión de todo y todos a su mando. Pero Jesús responde: “Está escrito, al Señor tu Dios adorarás y darás culto”. Jesús vence al tentador con dos armas: la Palabra de Dios y la fidelidad a sí mismo. Y así nos muestra que, siendo capaces de ser nosotros, hemos de conocer y amar la Palabra de Dios. He ahí la oferta que él nos hace al comienzo de esta cuaresma: lee, conoce, ora y vive la Palabra de Dios y sé fiel a lo mejor de ti mismo, ya que sólo así podrás vencer las tentaciones.
Pues que vivamos esta Cuaresma el camino de conversión, atentos a lo mejor de nuestro corazón y a la Palabra de Dios. Y ojalá que con la ayuda y fidelidad a esta doble luz, consigamos un rearme interior vencedor de las tentaciones.