Queridos lectores, paz y bien: Este domingo celebramos la solemnidad de la Ascensión del Señor, a los 40 días Jesús ascendió a los cielos. En las lecturas y la liturgia de esta celebración anuncia una misión cumplida, pero no terminada. En el Evangelio, Mateo resalta el cumplimiento de la misión: misterio pascual y evangelización universal. Igualmente en la Primera Lectura del Libro de los Hechos se fija principalmente en la tarea no terminada: seréis mis testigos… hasta los confines de la tierra; pero Jesús… volverá…
En la carta a los Hebreos sintetiza en el Cristo glorioso, sumo sacerdote del santuario celeste, la misión cumplida (entró en el santuario de una vez para siempre), pero no terminada (intercede ante el Padre en favor nuestro… vendrá por segunda vez… a los que le esperan para su salvación).
La Ascensión no es ningún momento dramático ni para Jesús ni para los discípulos. La Ascensión es una despedida relativa, que deja a sus hijos la tarea de continuar su obra en la Iglesia, pero no dejándolos abandonados a su suerte, sino siguiendo paso a paso en el mundo mediante el Espíritu Santo que celebraremos el próximo domingo.
Los apóstoles, poseídos por el fuego del Espíritu, proclamarán el Evangelio de Dios, que es Jesucristo, a todos los pueblos, generación tras generación, hasta el confín de la tierra y el fin de los tiempos.
¿Qué nos pide Jesús hoy a todos nosotros? Con la Ascensión del Señor, nuestro sumo sacerdote ha partido de este mundo. Nosotros, los cristianos, pueblo sacerdotal, asumimos su misma tarea de consagrar el mundo a Dios en el altar de la historia.
Para el cristiano, cada acto, cada día, es un motivo de alabanza y bendición de Dios y a Dios. No hay ninguna actividad de la vida diaria de los hombres que no pueda convertirse en una oportunidad para sembrar y construir el Reino de Dios y su justicia tal y como él nos ha mandado.
Nosotros por el bautismo, que nos introdujo en el pueblo sacerdotal, estamos llamados a confesar delante de los hombres la fe que recibimos de Dios por medio de la Iglesia. Debemos con nuestro testimonio y palabras confesar nuestra fe.
Que Dios en su Hijo Jesús, nos de la fuerza necesaria para ser verdaderos discípulos suyos evangelizando con el fin de reunirnos con Él en el cielo. Amén.
hermano capuchino Raúl Sánchez