miércoles 30 julio 2025
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Adiós sin retorno

 

Pocos días restan para cerrar una parte de la historia de Antequera. Imposible, transmitir el sentimiento de desasosiego que será de aquí en adelante no ver a las hermanitas entre nosotros. Forman parte de esa historia entrañable que se escribe puertas adentro y que emana al exterior por la gracia de su regla hospitalaria, humilde y limosnera. Mucho bien expanden a su alrededor, una ayuda sin límites hacia un colectivo muy vulnerable en la última etapa de su vida. 

Se ha escrito hasta la saciedad sobre ellas, comentarios bondadosos cargados de afecto, halagadores, desacertados y, dañinos. Pero verlas en sus quehaceres, entregadas sin descanso y teniendo siempre en sus mentes y palabras a la Providencia, evidencia que su labor es hermosa. Cerca de ellas, se puede aspirar el olor de la bondad, el desinterés por las cosas de mundo y el calor humano que saben dar a quienes se acercan a su obra.

Yo puedo hablar de lo que he visto, de su inmenso trabajo, sus preocupaciones hacia los ancianos, en sus faltas de salud, apetito, movilidad o tristezas. Tienen presta esa caricia que borra la lágrima que la soledad y el olvido de los seres queridos  ha hecho aflorar, y esa palmadita o achuchón que todos necesitamos y nos hace tan felices dejándonos querer. 
 
Yo he visto repartir mucho amor y entrega, fe en el Todopoderoso y rezos, sencillos y sentidos, que alivian la inquietud del alma. He visto también cómo son las últimas para todo, primero sus ancianos, después, cuando todos han sido debidamente atendidos, ellas. He observado detenidamente, como sortean las dificultades como quien vadea un río saltando de piedra en piedra para que la corriente no lo arrastre. 
 
La penurias forman parte de su existir, y el dolor se asienta con dignidad, con la misma que hacen cualquier tarea por insignificante que sea. Conocemos sus amplias instalaciones. Pero ahí hay mucha profundidad que no es el volumen físico. Es el acompañar al enfermo moribundo, acariciarle las manos y sentir, por la gracia de Dios, que es realmente el hermano desvalido que necesita nuestros cuidados. El acto de morir acompañado por bellas palabras de consuelo, que duda cabe, ha de ser más llevadero.
 
También hay un espacio para la alegría, risas, muchas risas. El disfrute de los teatros que la asociación Juana Jugan les prepara es inmenso. Yo he palpado la armonía de esa casa, y se respira un aire placentero, colmado de gracias y parabienes a tantas personas que hacen de su pequeño mundo un lugar más paradisíaco y decente. Quienes queremos a estas hermanitas hemos defendido sus gestión y colaborado abiertamente en el ejercicio de ella. Siempre faltan medios. Así, que, las verbenas, los arroces y las casetas de feria también han tenido su hueco. Años atrás, muchas señoras con buenas viandas de sus casas, se ponían a venderlas en la caseta. 
Más recientemente, el estilo que impera, se cocina sobre la marcha de los pedidos que se mezclan con las sevillanas, conversaciones, griteríos, el grifo de bebidas, sin olvidar el murmullo casi imperceptible de escanciar el fino. No es posible dejar atrás los teatros del Torcal, las compañías de aficionados  que han puesto generosidad en la bandeja de las hermanitas. 

Dice Enrique Rojas, que los valores no se están perdiendo, sino que cambian. Es posible porque la generosidad que yo he visto para estas hermanitas, no tiene parangón. Esta ciudad va a sentirlas, y yo también, me consuela  que vamos a tener para largos años su ejemplo de amor y entrega que va a ser bien administrado por los hermanos de San Juan de Dios  para continuar con la caridad hacia nuestros mayores. ¡Parece mentira que algo que creemos pasado de moda, se actualice cada día por tantas personas comprometidas con su prójimo!
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