sábado 27 abril 2024
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La fábrica de “El Henchidero”, de edificio ruinoso a Centro de Formación Profesional y Ocupacional

En el año 1837 Vicente Robledo Checa, tío y mentor del político antequerano Francisco Romero Robledo, adquirió en la plaza del Henchidero un viejo molino harinero para reconvertirlo en fábrica de mantas. Éste era uno de tantos molinos ubicados durante los siglos de Oro a lo largo del curso del río de la Villa, lo que nos trae a la memoria el capítulo III de “El Quijote” de Cervantes cuando la moza de una venta, donde el personaje central fue armado caballero, dice ser “hija de un honrado molinero de Antequera”. Y traigo esta cita a colación, más por hacer referencia a la fama que tuvieron los molinos de harina de Antequera en aquellos siglos que por recordar que la ciudad aparece en “El Quijote”, que también.

Pero el antiguo edificio no debería reunir todas las condiciones necesarias para una moderna fábrica de mantas, por lo que tres años después, en 1840, se procedió a su demolición y a levantar una nueva construcción, que en estado bastante ruinoso se mantenía en pie en las últimas décadas del siglo XX y que ha llegado hasta nuestros días. El nuevo edificio presentaba una estructura arquitectónica muy similar a otras situadas en la Ribera antequerana, como las de la Juanona (río de la Villa Alto) o la situada en la falda del Cerro de San Cristóbal, frente a la iglesia del Carmen, ambas ya prácticamente desaparecidas.

Esta última, que era un calco del actual edificio Henchidero, perteneció a la firma “Bernardo Bouderé y Sobrinos” y fue destruida en un incendio ocurrido en agosto de 1923. Todos estos edificios, que querían responder a una “nueva” arquitectura industrial, en realidad todavía contenían muchos elementos de formalización que enlazaban con un casticismo barroco afín a las antiguas haciendas. Es decir, su aspecto exterior, en cuanto a volúmenes y sobria ornamentación, fue obra de unos alarifes locales que todavía interiorizaban como modelo el buque de la propia iglesia parroquial de San Juan.

A finales de la década de los ochenta del siglo pasado, uno de los problemas de seguridad más preocupantes para el Ayuntamiento era la ruinosa fábrica del Henchidero. Aunque ésta era de titularidad privada, la realidad es que no había manera de averiguar quiénes eran los propietarios de un edificio que presentaba los forjados y tejados hundidos y el patio convertido en la escombrera del barrio. Los niños del entorno, como un juego infantil, asaltaban a diario el interior rompiendo las ventanas; los servicios operativos municipales volvían a tapiarlas y así se repetía un cuento de nunca acabar. En cualquier momento pudo ocurrir una tragedia.

Una mañana de comienzos de 1990 se presentó en el Ayuntamiento una señora –se identificó así misma como la viuda de “el Melli”– que, en nombre del resto de sus hermanos, quería ofertar la venta del edificio. La atendí personalmente e informé al entonces alcalde Paulino Plata de la oferta, quien desde el primer momento estuvo de acuerdo en la adquisición del edificio, para engrosar el patrimonio arquitectónico del Ayuntamiento y para poner fin a un grave problema de seguridad.

El día 19 de noviembre de 1990 se firmaba, ante el notario Juan Espejo Fraile, la escritura de compraventa de la fábrica del Henchidero entre el alcalde y los hermanos María Teresa, Socorro, Francisco, Esperanza, Rosario y María José Muñoz Pozo, quienes habían heredado el inmueble de sus padres. El precio de la compra fue de 6.800.000 pesetas, lo que hoy serían 40.868,82 euros.

A partir de aquel momento ya toda la responsabilidad sobre el edificio recaía en el Ayuntamiento, por lo que con la máxima rapidez se procedió a volver a tapiar todas las ventanas de la planta baja cuyos herrajes habían desaparecido, así como a consolidar o recrecer las tapias del amplio recinto. En cuanto a los escombros acumulados, se tuvo que retirar una potencia de hasta seis metros sobre el nivel original del suelo del patio. También se procedió a la eliminación de todos los puntos con peligro de desprendimiento o ruina que presentaba el conjunto del edificio. En el año 1995 comenzó la Escuela Taller el Henchidero al mismo tiempo que la Escuela Taller Vera-Cruz, ésta para la reconstrucción de la antigua ermita de igual nombre. De ambas escuelas taller fue director Rafael Morente Díaz durante los años que duraron ambas reconstrucciones.

Ya iniciadas las obras de rehabilitación del edificio en 1995 se planteó la necesidad de añadir dos nuevas parcelas adyacentes de considerable extensión, una de las cuales incluye incluso terrenos al otro lado del río de la Villa, en la falda del cerro de San Cristóbal. Estas dos parcelas, que en el pasado también fueron fábricas de mantas, se compraron a las familias Ruiz (la de la izquierda) y García de Castro (la de la derecha). La primera de ellas se reconstruyó completamente desde los cimientos y la segunda, la de los García de Castro, que ya estaba prácticamente demolida en el momento de la adquisición, se reconvirtió en una nueva zona de jardines, siguiendo modelos del jardín granadino y referencias formales del Alcázar sevillano, aunque, lógicamente, a una escala bastante menor.

La rehabilitación del gran buque de la fábrica

El buque general de la fábrica del Henchidero presenta tres plantas, con rítmico y regular fenestraje en sus cuatro fachadas, cubriéndose con un tejado a cuatro aguas que se interrumpe en el centro por un cuerpo ático –en realidad, una cuarta planta–, rematado asimismo de una cubierta de tejas a cuatro aguas, que se decora con un total de seis perinolas de cerámica vidriada en blanco de tradición barroca. En su interior se disponen, en las plantas inferiores, dos arcadas sobre recios pilares cuadrados de ladrillo, generando tres crujías paralelas salvadas con rollizos de madera. La escalera principal, situada a la izquierda de la entrada de la puerta principal, presenta barandas de hierro forjado deudoras en su diseño de los modelos del siglo XVIII. En el patio posterior se sitúa la noria metálica que, alimentada del agua del río de la Villa, daba fuerza motriz a la antigua fábrica y que se reprodujo a través de los alumnos del módulo de forja.

Para la rehabilitación estructural del edificio se demolieron parte de la segunda planta y la totalidad del cuerpo ático superior, así como los vencidos forjados de vigas de madera y la misma escalera principal. Pronto se volvieron a levantar las partes demolidas, con absoluto respeto a su disposición original, contando con el trabajo de los monitores y alumnos de los diferentes módulos profesionales: albañilería, cantería, carpintería, forja e instalaciones. Para la reposición de las largas vigas o rollizos de madera de los forjados se tuvo que traer el material de la Serranía de Ronda, ya que no se encontró en los almacenes locales troncos de las longitudes necesarias. Consolidado el edificio, al tiempo que se levantaron algunas naves complementarias de una sola planta en el patio de la parcela, ya pudieron trabajar los alumnos en sus diferentes talleres. La primera planta superior del edifico principal se usó en principio para aulas y oficinas y, más adelante, también para talleres de los nuevos módulos de ebanistería, alfarería, farolería de hojalata y cristal, azulejería artística, textiles y platería.

Con respecto a los otros dos solares de antiguas fábricas, se optó por reconstruir desde sus cimientos la antigua de Rojas Castilla, situada a la izquierda en un extremo del Caminito del Huerto de Perea, y la conversión en jardines de tipo granadino la ubicada a la derecha, al inicio del Camino de la Ribera.

La Escuela de Hostelería

En el mes de mayo del año 2000, mi hermano Cayetano, que entonces era director del Instituto de Enseñanza Secundaria “Pedro Espinosa”, me propuso, en mi condición de alcalde, montar en Antequera una Escuela de Hostelería, que dependería desde el punto de vista docente del propio Instituto. El Ayuntamiento tendría que poner el local y la instalación completa de las cocinas y de un espacio para comedor abierto al público. La Junta de Andalucía, por su parte, pondría todo el personal y los costes de funcionamiento. Para conocer cómo funcionaban las Escuelas de Hostelería nos desplazamos a Málaga, el 25 de mayo del mismo año 2000, visitando las Escuelas de Hostelería “Jacaranda”, ubicada en Churriana y dependiente de la Consejería de Educación, y “La Cónsula” que en su caso dependía de la Consejería de Empleo.

Y en aquel momento vi claro que el edificio ideal para ubicar el nuevo proyecto educativo era la rehabilitada fábrica de “El Henchidero”, que ocuparía la segunda planta superior del mismo. El 2 de octubre de 2000 firmaba en Málaga el correspondiente convenio con la consejera de Educación y Ciencia de la Junta de Andalucía, Cándida Martínez, adquiriendo el compromiso ambas partes de hacer realidad la nueva Escuela de Hostelería de Antequera, que dependería desde el punto de vista docente y funcional del Instituto más antiguo de la ciudad.

La mayoría de las obras de adaptación e instalaciones se llevaron a cabo por los propios alumnos de la Escuela Taller. Y así pudieron dar inicio las clases de la nueva Escuela de Hostelería, correspondientes al curso 2000-2001, comenzando las teóricas, en un primer momento, en el propio Instituto de la Calle Carrera y las prácticas cuando ya estaban las instalaciones del Henchidero concluidas. El primer grupo completo de estudiantes terminó sus estudios en el curso 2001-2002, obteniendo la titulación de Técnico de Formación Profesional en Cocina. Y en el diploma, firmado por la consejera de Educación y Ciencia Cándida Martínez, se especificaba que se emitía “con carácter oficial y validez en todo el territorio español, que le faculta para ejercer los derechos que a este título otorgan las disposiciones vigentes”. Lo firmaba en Sevilla el día 31 de octubre de 2002.

Esta primera promoción, de la que ya se han cumplido más de veinte años, dio un buen número de profesionales entre los que quisiéramos destacar la alumna Genoveva Torres Ruiz, una antequerana que amplió sus conocimientos trabajando con Ferrán Adriá, Martín Berasategui y Gordon Ramsay (Londres), entre otros profesionales de la alta cocina, y que, al día de hoy, regenta en Sevilla un total de quince restaurantes, unos de su propiedad y otros en sociedad con diferentes empresas.

Reflexión

Que edificios como el antiguo Pósito, el claustro y dependencias del monasterio de San Zoilo, la iglesia de Santa Clara, la Ermita de Vera-Cruz o la fábrica de El Henchidero, por poner algunos ejemplos, pasaran de ser ruinas absolutas a grandes equipamientos culturales para Antequera nunca se debió a la pura casualidad. Detrás de todos estos proyectos, de la plena rehabilitación de edificios históricos, hay muchos esfuerzos de muchos años. Gestiones diversas para conseguir la propiedad de los inmuebles y más gestiones para lograr la participación de otras administraciones en su restauración-rehabilitación. Nada se consiguió sin el esfuerzo compartido de los políticos comprometidos con el Patrimonio Histórico de la ciudad y la labor desarrollada por los técnicos y profesionales. Y, además, dándole un uso práctico a cada uno de los edificios recuperados. Sin duda, eran otros tiempos.

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