Este martes 16 de enero fallecía a los 80 años, don Antonio Castilla Navas, quien emprendía un nuevo viaje, esta vez solo, tras una vida dedicada a su familia, su trabajo y su pasión: la Cofradía de los Estudiantes.
Creció en el Barrio de la Cruz Blanca, donde el Señor del Rescate y la Virgen del Consuelo despertaron en él sus primeras devociones. Se dedicó a la automoción hasta que se jubiló. Se casó con María Pilar Luque Artacho, con quien tuvo dos hijos: Juan Antonio y Pilar. Precisamente fue cuando su hijo entró a San Francisco, cuando Nono, como se le conocía cariñosamente, sintió la llamada de volcarse con los Estudiantes. Ya fuera en su patrimonio (recordamos el primer año del palio de la Virgen), ya fuera durante la procesión o últimamente como sacristán del templo estudiantil.
En el mundo cofrade hay muchos personajes, muchos de ellos anónimos que velan por el buen funcionamiento de las hermandades. Todos ellos necesarios. Nono era uno de esos. Era quien daba la última vuelta a la tuerca, quien buscaba iluminar mejor al Señor, quien abría y cerraba las puertas… Y en unos tiempos con tantas nuevas tecnologías donde se nos olvida cómo empezó todo, allá arriba hacen falta personas que sigan ayudando al Nazareno a colocarse su cruz para seguir soportando nuestros pecados. Y Nuestro Padre Jesús Nazareno, no ha tenido a quién mejor que llamar, muy a pesar nuestra, que a Nono. Si se fijan hoy en el rostro del Nazareno, verán una lágrima más que derrama por no poder estar junto a su mujer, sus hijos y sus nietos, en el próximo y mágico Lunes Santo cuando el Nazareno bendiga nuestras calles como nadie más sabe hacerlo. Descanse en paz, don Antonio Castilla Navas.