viernes 22 noviembre 2024
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San Pedro no tenía las llaves; se las había pedido la Virgen del Consuelo, para ser Ella quien lo recibiera

Creyente profundo; cristiano sin condiciones; amantísimo esposo y padre ejemplar, cariñoso pero recto, educador en la Fe que recibió de sus mayores, para transmitirla a sus hijos y éstos a su vez a esos nietos a los que adoraba; amigo entrañable, de los de verdad, de los que saben y ponen en práctica la amistad generosa, como una forma más de practicar la caridad que derrochaba, “porque lo que hiciereis en Mi nombre, a Mí me lo hacéis”.

Servidor de su iglesia parroquial, como aprendió de su padre, ayudando, aconsejando a quien lo necesitaba, facilitando lo que a cualquiera podía parecer un monte y él allanaba con su sonrisa sincera; más que devoto, amante de su Cristo de la Misericordia y de su Virgen del Consuelo, preocupado todo el año por su culto, deshecho en las funciones y en las procesiones, que sólo respiraba con una sonrisa dirigida a los ojos de “sus” imágenes cuando volvía la procesión y descansaban los tronos sobre los borriquetes. 
 
Y también de María Auxiliadora, de la Sacramental, de sus Nacimientos; cofrade, pero de los de verdad, no de los de chaqué y “lucirse” el día de la procesión, sino de los que arriman el hombro, cada día durante todo el año, de los que bajan y suben las imágenes, de los que ayudan al cofrade hermano que lo necesita. 
 
Antequerano enamorado que gozaba con los éxitos de su tierra, como sentía lo que no lo era tanto; hombre de sonrisa permanente en la cara, ofreciendo lo que se le pidiera y dándolo de corazón, sin admitir ni las gracias… ¿Hay que decir su nombre?
 
Por eso no se cabía en San Pedro este jueves; por eso estaban su párroco padre Francisco de Paula Baquero y los que le precedieron (el padre José Amalio González y Manuel Córdoba), el carmelita padre Antonio Jiménez, y el arcipreste de Antequera padre Antonio Fernández. 
 
Por eso la Directiva que preside Macarena Mellado, había dispuesto su llegada sin un fallo: “su” Virgen, bajo dosel y vestida de luto, como estábamos todos; mil ramos enviados desde todos sitios; oración ante “su” Virgen, “su” Cristo (indescriptible al entrar en su Capilla en su última oración), “su” Auxiliadora… Y al salir, el gentío que llenaba la Plazuela, se expresó con una cerrada ovación…
Este martes 1 de septiembre, Antequera se conmovía por la noche cuando se enteraba de tu fallecimiento, tras unos días en el Hospital de tu tierra. La Virgen, tu Virgen del Consuelo, estaba siendo trasladada para su festividad, y se coronó de luto para recibirte a sus pies.
 
El guión de la Cofradía con la manga parroquial de luto te recibían este jueves con el tañer de las campanas que anunciaban la llegada de tu féretro. Te abrieron paso por la nave central, donde te llevaron a hombros.
 
¡Así te quieren todos, Antonio Bracho! Reza por todos. Seguro que ayudarás desde el Cielo al Santo de la Parroquia que te vio nacer el 2 de abril de 1931, ¡un Jueves Santo tenía que ser!
Desde arriba, ofrece Misericordia a los que la necesitan y procura Consuelo a tu esposa Socorro del Río Martín; a tus hijos: Coqui, Antonio, Rosario María y Visitación; a tus nietos, a tu cofradía y a tus amigos.
 
Antequera, desde el Pórtico de San Pedro, vio cómo María del Consuelo abrió las puertas al bueno de Antonio Bracho Rubio. 
 
 
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