A los 86 años, el pasado viernes 24 de enero, recibíamos la triste noticia del fallecimiento de don Manuel Castillo Martín. Afamado electricista de aquella época de Sevillana, cuando siempre estaban de guardia para acudir a esa avería que surgía cuando no había móviles, ni las herramientas de hoy, pero sí estaba esa cuadrilla extraordinaria de eficientes profesionales y mejores personas a los que no les importaban las horas, sino las personas que les necesitaban.
Devoto de la Virgen de la Paz por su casa, empezó a ser hermanaco de la Virgen del Mayor Dolor desde sus inicios por una promesa por sus padres. Luego fue del Señor de Antequera en su Mayor Dolor, hasta que le relevó su hijo, al que luego acompañaba como penitente. Una vida marcada por el amor de su Loli, Dolores Alba Corbacho, con la que siempre ha estado en todo momento, en los buenos y en los no tantos. Una familia que formaba esa imagen de unión ante el Mayor Dolor cada Miércoles Santo y cuando lo visitaban anónimamente. Primero ellos dos, luego con sus hijos Lola y Manuel; y más recientemente con sus nietos: Diego, Manuel, Manuel Jesús y Sonia, a los que tanto quería.
Orgulloso de todos ellos, se jubiló, buscó en el caminar por las calles de su tierra, en la pasión por el fútbol, en la admiración de su familia, en su pasión por su “niña” que es de “Arriba” y a la que le dijo que ahora y siempre estarían juntos, porque su amor lo puede todo y la Socorrilla es mucha esperanza. El velatorio y la despedida en San Sebastián fueron la demostración de lo que el bueno de Manolo había sido en vida: generaciones de su época, de la de sus hijos y la de sus nietos, acompañándole en su despedida. Por eso, arriba, en el Portichuelo, desde ahora nunca faltará esa luz que ilumine la bendita ventanita, porque Manolo la mantendrá siempre encendida junto a sus nuevos compañeros.