viernes 22 noviembre 2024
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La poesía oral en José Antonio Muñoz Rojas

La mayoría de las conversaciones entre José Antonio y yo, las dedicábamos a analizar las coplas populares. Sabía de mi total dedicación, fuera de mi trabajo como profesor de Lengua y Literatura, a recuperar toda la tradición oral, sobre todo literaria, de toda la comarca de Antequera, de la provincia de Málaga y de muchas zonas de Andalucía y tenía curiosidad por conocer todo lo que recogía.

Yo conocía su interés por estas coplas, pero no supe  que había escrito sobre ellas hasta el año 1996 en el que se publicó su libro Ensayos Anglo-Andaluces, en la Editorial Pretextos. Leí el libro y pude comprobar  cómo en el capítulo titulado “Hijas del aire” trataba de ellas y se preocupaba por  buscar el hondo sentido de esta poesía popular, tan menospreciada por algunos poetas cultos. La encontró en unos versos de Antonio Machado: La mayoría de las conversaciones entre José Antonio y yo, las dedicábamos a analizar las coplas populares. Sabía de mi total dedicación, fuera de mi trabajo como profesor de Lengua y Literatura, a recuperar toda la tradición oral, sobre todo literaria, de toda la comarca de Antequera, de la provincia de Málaga y de muchas zonas de Andalucía y tenía curiosidad por conocer todo lo que recogía. Yo conocía su interés por estas coplas, pero no supe  que había escrito sobre ellas hasta el año 1996 en el que se publicó su libro Ensayos Anglo-Andaluces, en la Editorial Pretextos. Leí el libro y pude comprobar  cómo en el capítulo titulado “Hijas del aire” trataba de ellas y se preocupaba por  buscar el hondo sentido de esta poesía popular, tan menospreciada por algunos poetas cultos. La encontró en unos versos de Antonio Machado: 

“Tal vez la mano en sueños
del sembrador de estrellas
hizo sonar la música olvidada
como una nota de lira inmensa
y la ola humilde a nuestros labios vino
de unas pocas palabrasverdaderas”.

Me encantó el estudio, con muestras de poesía popular que debió recopilar él mismo o que se la cantaron algunos de sus campesinos, que hizo de esta manifestación artística del pueblo sencillo y sin estudios. No me resisto a transcribir el final del artículo, porque me parece muy significativo de su interés por estas coplas y porque explica extraordinariamente el título del capítulo citado: “Lo paradójico en apariencia es que una poesía hecha con elementos temporalísimos, esta alcarraza que se rompe, esta calle, esta mujer que tiene un nombre, aquel Gil González que pretendía a una muchacha, gentes y cosas  que se podría retratar, el balcón, la mujer o la calle de la copla, parece mentira que luego salten sobre el tiempo y la calle no sea aquella calle, sino la de todos, la de siempre, la calle por dónde van nuestros mismos temores y nuestras mismas esperanzas. Se diría que las coplas están en el aire, hijas suyas, pendientes de esa mano en sueños, de esa voz sonámbula que las atrapa y las echa a volar de nuevo desde los labios de donde salieron”.

Lo curioso fue que leí este artículo después de que me lo comentase un hispanista estadounidense, amigo suyo, José Antonio tenía amigos y era muy conocido y apreciado por todo el mundo, Michael P. Predmore, al que conocí en un Congreso Internacional sobre Juan Ramón Jiménez, en Huelva y con el que compartí conversaciones e hicimos juntos un viaje. Cuando leyó uno de mis libros de Literatura de Tradición Oral, me rogó que le pidiese a José Antonio  le dedicase a él un ejemplar del libro citado, siendo yo directivo de la Asociación Andaluza de Profesores de Español “Elio Antonio de Nebrija”. “A Michael Predmore con el recuerdo de su amigo” fue la dedicatoria que le puso en el libro que aún conservo, porque olvidó darme la dirección suya en Estados Unidos. Dato éste, que lo comentamos José Antonio y yo en alguna ocasión, como curiosidad.Más tarde, en el año 2000, cuando le pedí unas palabras para mi libro Cancionero y Romancero popular, elogió mi labor recopilatoria de las tradiciones orales de esta manera: “Catedrático de Instituto lleva muchos años tratando de recoger cuanto concerniente a la poesía popular se le ha venido a las manos. En eso sigue una tradición abundantísima e ilustre iniciada en el siglo XIX por cultivadores tan insignes, como Demófilo, D. Francisco Rodríguez Marín y tantos otros. Pues bien Juan Benítez, incansablemente poniendo en su tarea el ingrediente más necesario que es el amor, ha reunido en un volumen de más de 300 páginas dividido en varias secciones la labor de más de 20 años sin perdonar esfuerzos ni tiempo”.

Pero tampoco me libré de lo que siempre me aconsejaba y me reprochaba: “Sé que a muchos les sonarán por sabidas muchas de las contribuciones aquí recogidas. Y a otros con un criterio más riguroso ciertas inclusiones que pudieran ser de género más reciente y de índole religiosa. Como el propio autor confiesa puede haber pecado más por exceso que por defecto en su afán de no dejar fuera ninguna venilla suelta de ese cauce popular y ponerla a disposición de cuantos pudieran gozarla, dejando para otra etapa el rigor, las glosas y apostillas que merecen un conjunto de textos como éste”.

Muchas fueron las veces que me reprochaba el que no hiciese un estudio elaborado del material que recopilaba y, siempre me ponía como ejemplo a Francisco López Estrada que toda muestra de literatura popular que le llegaba a sus manos la publicaba, pero haciendo un estudio previo de ella. Yo le prometía hacerlo cuando  lo hubiese terminado de recopilar, pero que entonces daba prioridad a la recopilación, porque, como se ha demostrado ya, quedaba muy poco tiempo para recoger este rico material de tradición oral al ir desapareciendo las personas que lo pudiesen aportar por su edad. No me equivoqué en nada. Ya no es posible recopilar este material y ahora dispongo de más de 200 cintas de cassettes y muchos miles de folios escritos a mano que hoy digitalizo y estudio para su publicación, lo hago en el semanario El Sol de Antequera,  y posterior entrega a la Real Academia de Nobles Artes de Antequera, que él refundó y en la que tuvo la gentileza de incluirme y que tanto le agradezco, para su conservación como archivo sonoro, testigo de toda una vida dedicada a este menester.

En otras ocasiones me preguntaba José Antonio si había recogido algún romance o copla de bandoleros, tema por el que tenía gran interés, sobre todo de bandoleros que se había movido por el norte de la provincia de Málaga y sur de Córdoba, como Juan Muñoz “El Canuto”; Bartolomé Artacho “El Charande”; o Juan Artacho “El  Marochando”. Era un tema que le interesaba bastante. Nunca había tenido la oportunidad de recopilarlo y siempre comentábamos las posibles causas. Pensábamos que el haber sido un tema tabú durante tanto tiempo, sería la causa del olvido de estos poemas. Sólo recordamos, por ser muy sabido, esta copla popular:

“Ya mataron al Pernales
ladrón de Andalucía; 
el que a los ricos robaba
y a los pobres socorría”. 

Fue precisamente cuando trabajaba sobre la tradición oral en Humilladero, cuando pude recoger dos  poemas de bandoleros,  que se los llevé y leí a José Antonio interesándose mucho por ellos.Uno se lo recitó María Rosario Martín Fuentes a una alumna mía, Leticia Alarcón Martín:

“Eran las doce en punto cuando al cortijo
llegaba Juan María con sus bandidos;
llamaron a la puerta los bandoleros 
y, en esto, que sale a abrirle, 
¡qué pena, niña!,  el marchenero.
– No salgas, Juan María,que estás vendido;
que están los migueletes allí escondidos. 
Codo con codo, ya se lo llevan y le va diciendo: 
– ¡Qué será de mi niña morena! 
El capitán que manda a los migueletes 
dice que no lo maten. 
¡Qué pena, niña, que es un valiente, que es un valiente!”

El otro romance me lo recogió Oscar Tejada Alarcón y se refería a Pernales:

“Pernales es un hombre
chico, con reaños y valor; 
que ha matado a Macareno,
entre las una y las dos. 
¡Qué lástima de Pernales,
que lástima y qué dolor! 
Que aparejando la jaca, la guardia se lo llevó. 
Ya mataron a Pernales y al niño del Arahal; 
que los han matado la guardia
a la sombra de un nogal. 
Ya mataron a Pernales
y a todos sus compañeros;
también al niño de Gloria,
¡Qué Dos le tenga en los cielos!”

Aunque no eran los romances o coplas que buscaba, pasamos un buen rato charlando del bandolerismo y de estos bandoleros porque José Antonio había leído varios tomos  de El bandolerismo: Estudio social y memorias históricas (1887-1880) 10 vols., que había escrito el entonces Gobernador Civil de Córdoba Juan Zugasti y Sáenz. Terminó, como siempre lo hacía, animándome a seguir recopilando todo este rico material de tradición oral al que él le daba mucha importancia. Solía presentarme a las personas que lo visitaban y que yo no las conocía, como un erudito investigador de la tradición oral, otro  Demófilo, decía. 

Le gustaba conocer las distintas versiones de romances relacionados con personajes históricos que recogía, sobre todo los de tema antequerano y, de ahí, que le agradase  mucho el cuadernillo que le regalé cuando terminó el Año del VI Centenario de la incorporación de Antequera a la Corona de Castilla, en el que publiqué unos veinte romances referidos a Antequera. También disfrutó mucho de las versiones que había recogido del romance de Mariana Pineda del que sólo conocía la versión más oficial y que era cantada por un cantante. Disfrutó con las dos versiones que había recopilado en Cañete la Real y se extrañaba cómo en un pueblo tan pequeño se habían extendido dos versiones tan distintas. Posiblemente, coincidíamos los dos, debido a las personas que se asentaron en la vecindad procedentes de localidades distintas.

Mucho interés tenía en la cantidad de nanas populares que había recogido y le gustaba comprobar cómo se improvisaban esas nanas. También en Cañete la Real recogí una nana muy curiosa y que le agradó mucho. Como en todas las poblaciones, los vecinos creían que la literatura popular surgió en su pueblo y no entendían o comprendían que se conociese en otras poblaciones. Esta nana, por su especial contenido, era una de esas muestras del convencimiento que se tenía que el hecho había ocurrido allí. Se pensaba que una esposa, se entendía con el cura del pueblo cuando el marido se ausentaba, pero ocurrió algo imprevisto. El marido volvió por el mal tiempo y cuando el cura llamaba a la puerta, la esposa infiel tuvo que inventarse esta nana para avisar al cura:

“El padre de este niño, 
iba para Francia;
le vino el viento en contra 
y duerme en casa,
¡Ea, rorro, duérmete ya!”

Como el cura no se enteraba y seguía llamando, seguía improvisando nanas:

“El padre de este niño iba para Oviedo;
le vino el viento en contra 
y duerme dentro.
¡Ea, rorro, duérmete ya!”

Y el cura, erre que erre; tenía ganas y aporreaba la puerta sin cesar:

“El cura de este pueblo
parece tonto;
el padre de este niño 
duerme dentro.
¡Ea, rorro, duérmete ya!”

Hasta que el cura se dio cuenta:

“Adiós, blanca paloma, 
que ya he comprendido. 
¡Qué noche tan bella, 
nos hemos perdido!”

Esta nana la volví a recoger en otras poblaciones, como Casabermeja y Málaga capital,  y siempre me la contaban de manera parecida y haciendo alusión a un hecho ocurrido allí.

En cierta ocasión, impartía yo una conferencia en la Cámara de Comercio de Málaga sobre la literatura de improvisación en Málaga y provincia y al hacer alusión a esta nana, empezó a cantármela una mujer ya mayor que fue la que me cantó la última estrofa que nadie me lo había hecho hasta ese día.

Lo mismo me ocurrió con el Romance de Adela. Yo para recogerlo, solía preguntar a los informantes sobre si lo  habían cantado alguna vez o si lo sabían. Le preguntaba que si conocían el romance de “Lux aetarnae” y me decían que no. Después de si conocían el romance de los “Amores de Adela y Juan” y tampoco lo conocían, hasta que a alguien se le ocurría denominarlo el “Romance de Adela” y ya lo conocían todos. Hasta el extremo de que en Lanjarón, una buena señora, ya mayor, me dijo que eso había ocurrido cerca de su casa, a una vecina. Imposible, porque este romance procede de Francia y está muy extendido por toda España. José Antonio disfrutaba con estas anécdotas curiosas.

Admiró siempre la literatura de tradición oral y, como todos los buenos poetas cultos de su generación y de generaciones anteriores, utilizó el material para inspirase en él y crear poemas cultos de gran categoría, como fueron las “Coplas de la Cacería” que se pueden leer en sus obras editadas por Pretextos.

Espero haber contribuido, con estos dos artículos, a dar a conocer un poco más y mejor a nuestro gran poeta José Antonio Muñoz Rojas.

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