viernes 22 noviembre 2024
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Las vanguardias y los ismos (I)

En una reciente conversación entre amigos, surgió el tema de la VANGUARDIAS y de los ISMOS en general, con motivo de haber visto muchos la película “Mientras dure la guerra” en la que Miguel de Unamuno desempeña un papel muy importante y, posiblemente, poco conocido para el gran público. Lamentábamos todos que le hubiésemos dedicado poco tiempo a estudiar estos movimientos y, en cambio, se le dedicaba mucho más tiempo a otras épocas muy lejanas a nosotros. Aunque hay argumentos para todo y para todos, creo que, no sólo no se debe abandonar el estudio del pasado, sino que tenemos que hacerlo y con frecuencia, porque de él ha dependido y dependerá siempre el presente. Aunque tampoco es lógico, que por falta de tiempo y, sobre todo, de la mala programación de los planes educativos, que suelen repetir muchos conceptos y movimientos literarios en detrimento de los más nuevos y actuales, se tenga que  dejar sólo en enumerarlos y estudiarlos con poca profundidad.

Me refiero, no sólo a la literatura, sino al arte, a la historia, a la filosofía y a la cultura en general. Y es una lástima, porque de esas ideas más recientes estamos viviendo y dependiendo en cuanto a la cultura se refiere. Estos movimientos literarios, artísticos, filosóficos y culturales en general, que surgen en toda Europa a principios del siglo XX, constituyeron novedosas formas de concebir la literatura y el arte que arrancan del Modernismo como desafío de la literatura tradicional que dominaba hasta esa época y que, sobre todo, combatió el romanticismo y el positivismo reinantes durante el siglo XIX. Defienden todo lo novedoso y gustan de alejarse de modelos ya viejos y caducos.

Aunque las VANGUARDIAS duraron poco tiempo, fueron muchas y la mayoría de ellas, quedaron reducidas a unos pocos años y a muy pocas obras. En la mayoría de los casos, se redujeron a la lectura de un manifiesto y a la creación, en el caso de la literatura, de algunos poemas como ejemplo de lo que querían o deseaban expresar. De alguno de estos movimientos, de hecho,  sólo se conserva el manifiesto y un poema nada más.

Como es natural, surgió el tema de que en Andalucía no se había creado ningún –ISMO. Quise demostrar que no había sido así y con motivo del Día de Andalucía he elaborado estos dos artículos para corroborarlo.

Aunque sólo sea para recordarlos, citaré algunos de estos -ISMOS, muchos poco conocidos, y otros, algo más y citaré el nombre de su máximo representante. Comenzaré por el que dio motivo a la conversación: el llamado Arieldentismo que arranca de los argumentos filosóficos de S. Kierkegaard, F. Nietzche y M. de Unamuno y que reconoce en el ser humano la capacidad de decidir por sí solo el significado de sus vidas. Otros son: El Dadaísmo de Hugo Ball y Tristán Tzara; el Creacionismo de Vicente Huidobro; el Expresionismo de E. Munch; el Futurismo de F. Tammaso Marinetti; el Imaginismo de E. Pound; el Surrealismo de André Bretón; el Estridentismo de German List y M. Maple; el Fauvismo de H. Matisse; el Cubismo de P. Picasso y S. Braque y el Ultraísmo de A. Cansino Assen.  Ya en plena conversación, surgió nuestra vena andalucista, como curiosidad acerca de nuestra Vanguardia y les hablé del POSTISMO a cuyo máximo representante, el gaditano Carlos Edmundo de Ory lo traje yo hace unos años y que lo presenté de esta manera en la Biblioteca de San Zoilo:

Se publicó en el año 2001, en el Servicio de Publicaciones de la Diputación de Cádiz, un libro titulado “Carlos Edmundo de Ory: Textos críticos sobre su obra” que era una propuesta de diálogo que recoge la voz de diversos pensadores y creadores alrededor de un lugar común: Carlos Edmundo de Ory. En este libro, se trata de aportar una visión amplia de los aspectos más sobresalientes de la obra literaria del escritor gaditano, uno de los creadores más singulares de la literatura española del siglo XX. Singularidad que “tiene dos fuerzas: la luz individual que irradia de su obra y la participación de Ory como fundador y activista de grupos de vanguardia, con el Postismo en su vértice”.

De este extraordinario libro y de otros que se han publicado en la Diputación de Cádiz y en otras editoriales –la trilogía de su “Diario”, “El desenterrador de vivos” y “Rescoldos de vida”, entre otros–, extraeré algunos datos.Lo primero que quiero destacar, es que Carlos Edmundo de Ory tiene devoción personal e intelectual a sus tres Eduardos, “mis tres Eduardos”: Su padre, Eduardo Edmundo de Ory,  escritor modernista, Eduardo Chicharro y Juan Eduardo Cirlot.

De su padre guarda una imagen sentimental y poética: “Para mí, niño pequeño, confiesa en su “Carta única a mi padre”, tú eras el único poeta que había en el mundo. Y cuando me percaté que existían otros poetas en todas las latitudes, y que yo mismo quería llegar a ser un poeta de verdad, comprendí que representabas un eslabón de la cadena de oro. Su padre le dejó en herencia el amor por la poesía y el don de la profecía. De Eduardo Chicharro tenemos que destacar que junto con Carlos y Silvano Sernesi llevaron a cabo la aventura común del Postismo que fundaran el  año 1945. Y de Juan Eduardo Cirlot que sostuvieron, Carlos y él, una relación epistolar y que se sintieron unidos por la condición de solitarios y apátridas. En una carta le decía Cirlot a Carlos: “Somos los galeotes de la galera imperial de Dioclesiano….¡Arráncate esa armadura de amargura! Carlos Edmundo de Francia, Carlos Edmundo de Etiopía, Carlos Edmundo de Etruria”.

Carlos Borromeo Edmundo de Ory nació en Cádiz, el 27 de abril de 1923. En la Alameda Apodaca. Sus primeros años transcurren en su Cádiz natal, en la que no dejó nunca de ser aquel niño meditabundo y milenario al que le bastaba una rama de olivo o un simple lápiz para encontrar el manantial oculto que siempre fue su infancia. Juan Vicente Piqueras, afirma que “la niñez es la patria del poeta y que tal vez no tenga otra”, se refería a Carlos, y que su vida errante, su poesía original “ocurren y transcurren sumergidas en el mar de la infancia”.

De su obra afirma que es un “vómito de piedras preciosas, mermelada de sueños, de música de lobos: pura infancia salvada”. Y nos dice que Ory “es un niño que se ha salvado a sí mismo de las aguas del Nilo que llegan a la bahía de Cádiz, la bíblica Tarsis. Que nació en un cesto de mimbre y se ha educado en el antiguo Egipto. Que tiene esfinges en su casa que le dictan los poemas: Escribe en jeroglífico: búhos, espejos, plumas, garabatos. Es de mar, sabe a mar. Que escribe como vive, como un pájaro vuela, como el árbol respira, como la infancia alumbra”. A Carlos le gusta identificar Cádiz con Tarsis, posiblemente, según Cristóbal Serra, porque responde al arquetipo del hombre mediterráneo en cuya sangre “bulle la llamada de pretéritas civilizaciones”. Por eso, afirma, es tan difícil encasillar dentro de la pura tradición española: “es un hombre tan antiguo como moderno”.

Se fue de Cádiz, dice que llevándose consigo el acento, la sal y la gracia. Se marchó al Madrid de la posguerra hospedándose en casa de Felix Grande o Ginés Liébana. Frecuentaba el café Gijón y se reía con Cela de los endecasílabos de la Juventud Creadora, de los demás y de su sombra. En Madrid conoció a Eduardo Chicharro y juntos inventaron la locura y la llamaron Postismo. Metafóricamente, describe lo que hacían: “Bailaron como niños balineses con pantalones cortos enseñándoles a un país que había perdido la risa sus patitas de sombra. Eran salvajes sin tribu que con su cerbatana lanzaron al pescuezo agarrotado de la poesía española granitos de arroz, flechas felices, canicas”.

Cuando le pareció imposible escribir en España, huyó a Francia y vivió en París en donde fue asceta y viajero; se casó, se hizo padre y fue profeta fuera de su tierra convirtiéndose en aerolito.

En 1967 se trasladó a Amiens y fundó el A.P.O. (Atalier de Poesíe Ouverte) poniendo en práctica toda su experiencia poética. Antonio Hernández cree que los puntos cardinales de Carlos son dos: Cádiz y Amiens.

 (Continuará)

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