Playmobil vuelve a sorprendernos esta navidad. En forma de belén, no deben haberse enterado de la noticia de la Señora alcaldesa de la ciudad más cosmopolita y turística de lo que en estos momentos conforma nuestro País, de cerrar capítulo a los nacimientos municipales. Pasado de moda y con unas connotaciones religiosas que altera la sensibilidad de los ciudadanos. ¡Qué paz puede alterar el misterio de la natividad de nuestro Señor! Y cómo puede molestar lo que ha convivido año tras año con nosotros desde nuestra más tierna infancia. Me parece que el asunto va más lejos de un ataque a la religión. Es borrar todo símbolo de cultura que moleste o haga recapacitar y, por supuesto, quitar de en medio lo anterior aunque sea bueno o conciliador.
Pues estos muñequitos articulados y maravillosos estarán el mes de diciembre, y Reyes Magos con nosotros. Han elegido la casa de la cultura que les parece un lugar espacioso, bello y acogedor y van a dar que hablar. Ya sabemos que son capaces de atraer a un público variopinto y de muchos lugares de nuestra geografía. Pero no solo vienen para formar parte de un extraordinario belén, se acompañan de otro grandioso diorama y cada uno trae su mensaje grabado en la frente, que no se puede leer, pero lo que más les apetece es contribuir a una navidad más solidaria y justa. Vienen a remediar muchas deficiencias y a poner un punto de color y diversión en los días de vacaciones.
Y lo mejor de todo, lo que no se ve. Las gestiones y mareos de Juan Trujillo hasta que todo está en marcha. Desvelos continuos y horas de trabajo robadas al sueño y familia por unos ideales en pos de una sociedad más justa. Iniciativas con este grado de altruismo no es fácil encontrar y tampoco, al menos la mayoría de las veces, reconocer. No se amilana ni entristece, al contrario, se sonríe pensando en los Playmobil que deben andar revueltos en sus cajas prestos a salir para recibir el aplauso y las gracias de todos.
