Con 29 años, Emilio Córdoba Arjona es uno de los referentes jóvenes de la Iglesia en Antequera. Hermano mayor de la Hermandad del Rocío, está a las puertas de su noveno ‘camino’ tras once años en su hermandad.
Tras el Rosario y misa del viernes en San Miguel con el Simpecado, preparan la peregrinación de Pentecostés del 12 al 16 de mayo. En Sevilla empezarán su ‘camino’ con la hermandad madrina de la capital hispalense, en “un momento de encuentro de los que formamos la peregrinación. Es una misa de envío, todos los rocieros tenemos una misión de evangelización”.
Un centenar de antequeranos formarán parte del viaje al Rocío, “50 serán de camino, los que lo hacemos desde el jueves y otros tanto en el fin de semana, ya que por trabajo no pueden ir antes”.
Por destacar, Emilio pone de ejemplo a “un grupito de jóvenes, que puedo decir muy orgulloso, que los 68,7 kilómetros que separan El Salvador con el Puente del Ajolí, se lo hacen entero andando”.
Los cofrades de su Hermandad deben plantearse “qué es ser cristiano y qué es ser rociero. Ser cristiano es seguir unos valores que Jesús nos enseñó y participar en la Eucaristía. Y rociero es seguir el ejemplo para mí, de la mejor discípula que tuvo Jesús, su Madre, que estuvo siempre con Él”. Como objetivo se plantea: “El Rocío no es solo una semana. Hay que vivir y evangelizar todo el año en Antequera”.
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La celebración de Pentecostés
Al llegar a la aldea, “lo primero que hacemos el sábado es nuestra presentación, sobre las 4 de la tarde, se engalana el Simpecado de Sevilla y llegamos ante la Virgen del Rocío”.
Luego, cada uno se dirige a su casa, de la que alquilan con otros peregrinos. Y “el domingo a las 10 de la mañana se hace la tradicional Misa Pontifical, en la que están presentes todos los Simpecados, de las filiales, unos 117”.
Y de ahí a la espera de la noche. “A las 12 empieza el Rosario de Hermandades por las calles de la aldea y al finalizar, cuando el Simpecado de la Hermandad matriz entra a la basílica empieza el “salto a la reja”, sobre las 2,30 y 3,30 de la madrugada”.
Momento en el que cada rociero vive intensamente su fe con la Virgen como pilar fundamental. Una devoción para lo que “la Virgen te tiene que tocar y segundo, con un trabajo incansable, creyéndote que las cosas se pueden hacer”.
Una devoción que empezó en él: “Primero, de pequeñito, mi familia siempre ha sido rociera. Luego, la misa con 13 años en El Rocío con el Colegio de La Victoria. Y con 18 años, mi madre y mi tía me instaron a meterme en un coro que me ha llevado hasta hoy”.