Sentado en la sala de cine, observando cómo la variedad de espectadores iban sentándose antes de comenzar la proyección de la segunda parte de “Creed”, reflexionaba sobre la imagen de Stallone como artista. Desde finales de los años 70, Silvester Stallone surgió de la nada para crear personajes que hoy en día son iconos de la cinematografía mundial. Durante su carrera ha habido altibajos, pero como en sus producciones, se recomponía y volvía a levantarse para pegar duro, en este caso a una vida, que normalmente mide más los fracasos que los aciertos. Stallone sabe de eso.
También, de caer en la vanidad y en los pecados del éxito. Pero, el valor de Sly ha sido el de madurar. De encontrar la fuerza en los suyos, ir descubriendo en el camino los verdaderos apoyos en esta vida y los valores que cultivar. Generaciones hemos seguido la evolución de sus películas y personajes. Puede parecer simple sus obras, pero en esa simpleza se encierra la complejidad del ser humano. Stallone es un buen escritor de guiones.
Con elementos básicos, conforma un tapiz de emociones que muy pocos son capaces de confeccionar.El tiempo, la historia, son los jueces indelebles para ponernos a todos en nuestro justo sitio y a él lo pondrá. Estoy convencido de que Stallone, será una de esas leyendas que con películas sin ninguna pretensión influyeron en generaciones y en espectadores. Su público y su cine, honesto en sus diferentes líneas de producción, lo convierten en leyenda. Stallone y sus creaciones son el símbolo del mal llamado sueño americano. Aquel intérprete con problemas en el habla, creyó y luchó siempre por sus posibilidades. Creó su espacio y hoy en día sabemos que no bajará de ningún ring sin dar todo su ser por hacernos sentir emociones a su manera. Y recordarnos que los sueños se forjan en la lucha… día a día.
