En el mundo del séptimo arte, Antequera tiene mucho que decir, ya que ha dado grandes cineastas que han llevado el nombre de nuestra ciudad por todos los rincones del mundo. Éste es el caso del director, guionista, actor y productor Salvador Álvarez García con quien hacemos un repaso de su vida.
Hijo del recordado Salvador Alvarez Jiménez y de su mujer Ligia García Pérez, Salvador Álvarez García (Antequera, 9 de junio de 1973) vio cómo desde pequeño sus padres le inculcaron el mundo del cine con una pasión desmesurada que nuestro protagonista no iba a imaginar con los años lo que el futuro tenía preparado para él.
Como si de una película basada en hechos reales se tratase, todo comenzó desde muy pequeño: “Mis padres todos los fines de semana nos llevaban al cine a mi hermano y a mí. Mi padre con el proyector que tenía en casa, era constante en la compra de películas, nos hacía proyecciones, él era muy aficionado también a grabar con cámara de super ocho, nos grababa en vacaciones, en Reyes… Además, él hacia su montaje de películas y luego nos lo proyectaba y quieras que no, eso a uno se le iba metiendo dentro. Aparte el amor que tenían mis padres al cine nos lo fueron inculcando a nosotros y yo me iba impregnando de ello, no había fin de semana que no fuésemos al cine, no había sábado noche que no viésemos una película en Televisión Española. Incluso me acuerdo que en los tiempos del programa ‘La Clave’, en casa en el televisor después de haberme operado de vegetaciones llegar a ver con cinco años la película ‘Drácula’ de Bela Lugosi y mis padres tapándome los ojos de vez en cuando, y luego dándome unas explicaciones grandiosas de todo lo que estaba ocurriendo y todos estos detalles y anécdotas fueron haciendo que creciese en mí es admiración por el séptimo arte”.
Una imaginación sin límites se unió a una ambición por querer saber aún más y más: “Me acuerdo que le llegaba a decir a mi padre que quería coger su cámara, pero por la edad y por lo loco que podía ser, era normal que mi padre no me la dejara; entonces recurría a escribir, tenía siete años. Recuerdo que en los viajes que hacíamos llevaba como una especie de diario. En este diario aparte de escribir lo que realmente sucedía metía alguna que otra cuña fantástica que me ocurría, iba creando mi propia historia. Después comencé a escribir mis cuentos, pequeñas historias… Ya en la adolescencia cuando estaba en el Colegio de la Inmaculada empezó a aparecer la posibilidad, también gracias a los avances tecnológicos de la época, el poder hacer alguna cámara de vídeo de algún amigo. A partir de ahí con la ilusión de escribir alguna historia y que algún amigo te prestara alguna cámara de vídeo surgieron las primeras oportunidades de ir haciendo alguna que otra cosa”.
Los inicios y sus primeras creaciones
Con una creatividad innata y una gran facilidad para contar historias, con los años, Salvador comenzó a crear sus propios proyectos que ya empezaban a tener repercusión: “La primera vez que comencé a tener el control de lo que estaba haciendo se puede decir que fue cuando tenía unos 16 años. Me acuerdo que lo primero que hice fue un trabajo de plástica con mi amigo José Luis Aragón que consistía en un muñeco de plastilina que salía interpretando una canción con una guitarra y que lo titulamos “Ruther Plastic in Concert”. Aquello surgió como un trabajo de clase, pero un día en la biblioteca, leyendo periódicos, me entero de que había un concurso de video creación en Punta Umbría y decidimos mandar el trabajo con la ilusión de querer hacer cosas. Nuestra sorpresa fue que lo seleccionaron, además lo envíe a Televisión Española y lo emitieron en el programa “Videos de Primera” de aquel tiempo”.
“Además, tenía una panda de amigos que nos hacíamos llamar ‘Los Termitas’ y entre ellos estaba Miguel Carrillo que era el que tenía la cámara de video, era el hombre codiciado durante años. Es por esto, que decidimos filmar no el primer corto, sino una película y le pusimos de nombre ‘Lepto’. La filmamos en verano y ese fue el primero de muchos otros. Y a partir de ese inicio la cosa fue tomando un cariz más serio y esto lo tomo como el verdadero inicio de lo que estaba haciendo todo este tiempo. En 1996 filmé ‘Confesión’ y ese medio metraje se presentó en Antequera de la mano del productor antequerano Juan Lebrón en el Instituto Pedro Espinosa. Para mí, que estaba empezando, contar con una figura como Juan Lebrón, aparte de los amigos y las anotaciones que él daba como profesional me llenó más de ilusión. Este mediometraje empecé a moverlo por festivales, en una época en la que se estaba produciendo ese cambio de información con Internet, pero todavía los que nos enteramos de los concursos, lo hacíamos a través de periódicos, radio y demás. El trabajo ganó el premio nacional ‘José María Martín’ en Sanlúcar de Barrameda”, añade Salvador.
Todo esto hizo que el joven cineasta antequerano decidiera tomarse esto más en serio viendo la aceptación e interés del público por sus trabajos: “Cuando terminé ‘Confesión’ tenía ganas de filmar un cuento de Navidad porque me parece una época muy atractiva en el año. Esta filmación duró casi un año, debido aquí la mayoría de los actores eran niños y cuadrar las fechas era difícil, además tenía unos efectos especiales muy complicados, pero todo eso se vio recompensado por la cantidad de premios que empezó recibir. A partir de ahí gracias a ‘Lágrimas de Navidad’, que llegó a proyectarse en Tokio, el Ayuntamiento de Málaga otorgó al cortometraje el premio a la mejor la video creación juvenil. Esto llevó consigo que se encargara de que yo pudiese ir a Italia a representar a España en una bienal europea que existía. Fue entonces cuando me encargaron un cortometraje y presenté ‘Hijos de Caín’ en 1999 que fue estrenada en el Teatro Torcal. Tras ello lo llevamos a Roma a representar a España y fue seleccionado junto a siete cortometrajes más de diferentes nacionalidades. Además, se proyectó en la bienal y fue uno de los momentos que más disfrutamos todo el equipo en nuestra juventud”.
La ambición por querer tener más conocimientos sobre cine y perfeccionar todas sus obras llevó a Salvador Álvarez a formarse. Lo bueno aún estaría por llegar: “Viendo el abanico de posibilidades que tiene el cine, a partir de ese momento decidí volcarme aún más en el estudio personal. Empecé a hacer cursos de perfeccionamiento y de guión con directores como Fernando Trueba, Chris Vogler, que vino España a través de un proyecto de Euromedia, Montxo Armendáriz… aprovechando todo el tiempo que tenía. Todo esto lo compaginaba con un trabajo en Tele Antequera, el cual me dio el aprendizaje en una televisión local y para mí fue muy importante, que aunque no contaba con muchos medios, hizo que la imaginación y creatividad creciera en mí. En ese tiempo hice un cortometraje experimental en el año 2000, ‘Tel 090’, saliéndome un poco de todo lo que había hecho anteriormente con el mismo grupo de personas, aunque con el tiempo el grupo se fue reduciendo quedando nombres como Narciso Quintana, Miguel Ángel Vadillo, José Carlos Capella, Paqui Leal, Inma González… ese grupo fue permaneciendo en el resto de trabajos porque teníamos un buen entendimiento y las cosas iban saliendo. Este cortometraje se llegó a proyectar en Madrid en el Concurso de Cine Experimental, en Sudamérica, Colombia… llegando incluso hasta Nueva York…”.
Su decisión: El gran salto hasta Madrid
Llegó un momento en que todo lo que rodeaba a Salvador le quedaba pequeño, tenía que saber más, debía saber más, conocer más de cerca cómo se trabaja de verdad en una historia para llevarla a la pantalla. Es por esto, que solo había un lugar donde nuestro director podía encontrarlo y ese era Madrid: “En 1999 decidí irme para Madrid porque Lola Salvador Maldonado tiene una empresa una empresa en San Sebastián de los Reyes, “Brother and Sisters”, con clases de lecturas de guiones muy interesantes. Me seleccionaron y vi el momento adecuado de poder hacerlo, lo dejé todo me fui a esta agencia y allí estuve trabajando y especializándome en escritura de guión, que para mí es una cosa primordial porque es la base de que todo luego funcione correctamente. Una vez allí conocí también a Fermín Cabal con el que también inicie un curso de dramaturgia”.
“Además, también se me abrió la posibilidad de trabajar para algunas agencias de publicidad que a su vez me proporcionó que iniciase una serie de visitas a platos de cine y televisión incluso llegar a estar como figuración fija durante una temporada en la serie de ‘Comisario’ para Tele 5. todo aquello hizo que me fuese enriqueciendo de todo un trabajo profesional en el cine y la televisión”. añade Álvarez.
Aunque el paso por Madrid fuera apasionante y enriquecedor, que lo fue, Salvador no estaba satisfecho consigo mismo y todavía no había encontrado el camino que quería seguir en el maravillo y a la vez cruel mudo del celuloide: “Estando en Madrid me ocurrió que empecé a realizar más cosas de interpretación que lo que a mí realmente me gustaba que era la parte técnica. En todo ese tiempo me eligieron para formar parte de un programa de de cámara oculta, ‘In fraganti’, en Televisión Española donde estuve toda una temporada, además de en episodios de la serie ‘Al salir de clase’… poco a poco la cosa se fue complicando, aunque para bien, pero no me sentía cómodo y también me dabas cuenta de que la industria del cine tiene una parte amable y una parte cruel y no lograba encauzar la parte que a mi me interesaba. Fue entonces cuando ocurrió que en Granada a través del Banco de Santander en el festival de Cine de Granada con el guionista Juan Tébar, mano derecha de Chicho Ibáñez Serrador, surgió la oportunidad de hacer un curso intensivo de guión. Accedí a la posibilidad de que me dicen la beca, cosa que ocurrió, y bajé de Madrid a Granada y durante un tiempo estuve estudiando… Después, en vez de dar el paso de volver a Madrid, lo hice para Antequera y decidí formar una productora para hacer realidad mis proyectos. En aquel entonces la época tecnológicamente también cambio mucho y no era muy elitista el poder montar un pequeño estudio de cine y simplemente tener la posibilidades económicas”.
El Festival de Cortometrajes de Antequera
Tras su periplo por la capital de España donde aprendió mucho de grandes profesionales, ya había llegado la hora de hacer lo que Salvador Álvarez siempre había soñado buscando historias diferentes y creando proyectos que hicieran realidad y colmaran de una vez por todas las ambiciones que había tenido a lo largo de tantos años. Fue entonces cuando nació el Festival Nacional de Cortometrajes ‘Ciudad de Antequera’.
“Empecé a pensar en hacer algo más que no fuese sólo la filmación de películas o cortometrajes, sino hacer algo relacionado con la cultura del cine y eso Antequera podía hablar mucho, ya que ha sido siempre un plató de cine impresionante y aprovechado desde el punto de vista histórico por muchísimos cineastas empezando por localizaciones como El Torcal y terminando en la propia ciudad… Uno veía la necesidad de hacer algo para que se la diese a conocer de forma nacional. Y fue entonces cuando surgió el Concurso Nacional de Cortometraje. Éste fue un proyecto que llevé al Ayuntamiento que ha cogido como algo paralelo a la semana de cine español que se hacía. Posteriormente ésta desapareció y sólo quedó el concurso donde me encargué todos los años de que se recibiesen cortos de todas partes de España”, explica Salvador Álvarez.
Un concurso que comenzó siendo un tanto humilde, pero que con el tiempo logró hacerse un hueco siendo considerado por uno de los mejores de nuestro país y donde todo el amante del séptimo arte que quería dar a conocer su obra, quería participar: “El concurso empezó muy modesto con las ayudas públicas que necesitaba, pero empezó a crecer. De una simple entrega de premios que se hacía en el salón de actos del Ayuntamiento con alguno de los premiados que aparecían, a terminar organizando una gala con homenajes a figuras del cine de nuestro país como Sara Montiel con lleno absoluto en el Teatro Torcal proyectándose una de sus películas; Mariano Ozores, uno de los grandes directores de nuestro cine español; Tony Isbert quien recogió el premio en nombre de su madre, María Isbert; y otras personalidades que venían con ellos como Laura Velenzuela, Loles León, Emma Ozores, Antonio Dechent… Todo esto iba aparejado de diversos talleres que se fueron realizando con los años como los de guión, efectos especiales, maquillaje, composición musical… todo relacionado con el mundo del cine. Además, el concurso incentivaba a la cinematografía local. En aquel entonces había unos cinco chavales que tenían posibilidad de exponer sus trabajos”.
La vida de Salvador Álvarez en la actualidad
Tras un retiro alejado del mundo del cine, Salvador quiso cambiar de rumbo, invertir más tiempo en su profesión y realizar proyectos más acorde con la misma. Pero aunque parezca mentira, nuestro querido colaborador todavía sigue cautivado por el cine y son muchos los que hoy en día se asoman y dan una pequeña vuelta por sus blogs en internet para evadirse con sus pequeñas historias o con sus recuerdos y opiniones de películas que le marcaron.
“Todo este tiempo también he tenido abandonado una serie de cosas que me apetecía hacer quiero sobre todo la música. Recibo clases de interpretación musical y estoy volcado con la Coral María Inmaculada, el Coro de Ópera de Granada y muy centrado en mi profesión. Pero el gusanillo del cine siempre está siempre está y también el haber vivido durante muchos años bajo la ilusión de una pantalla de cine. Es por esto, que ahora tenga dos blogs, uno dedicado a relatos cortos llamado ‘Los relatos de Salva’ donde me quito el gusanilo y otro hablando de cine llamado ‘Ambigú Cinema’ donde hago memoria de esas películas de mi generación, aparte también de cómo colaborar con vuestro periódico”, asegura Salvador.
Al margen de todo esto, Salvador nunca ha parado de crear interesantes historias y el famoso ‘gusanillo’ de volver a rodar siempre ha estado ahí, nunca se ha marchado. Es por esto, que todavía en su cabeza ronde la idea de sacar a la luz algunos de sus trabajos que lleva un tiempo en un cajón: “Tengo un proyecto escrito de un cortometraje que hace poco desempolvé, leí e hice que lo leyesen y que no ha perdido su esencia. Este proyecto puede ir junto a un mini proyecto relacionado con pequeñas historias para ser firmadas. Y ahora estoy pensando de qué forma se podrían llevar todas acabo”. No habrá ganado un Goya, ni mucho menos un Óscar, pero de lo que sí estamos seguros es que Salvador Álvarez sigue incombustible haciendo realidad sus sueños como cuando era niño queriendo aprender con la cámara de su padre.