El libro de los Jueces nos transmite la situación de anarquía y de caos que se produjo tras la muerte de Josué y la conquista de Canaán hasta los tiempos del profeta Samuel.
Las tribus de Israel se establecieron en la tierra prometida. Se hicieron un pueblo sedentario y practicaron la agricultura. Pero no existía unidad entre ellas. Cada una se gobernaba autónomamente. Algunas tribus, eso sí, se agrupaban para enfrentarse a un enemigo común o en las fiestas anuales dedicadas al Dios de Israel. Lo que distinguía y unía a las tribus hebreas, frente a los pueblos cananeos, era la fe en Yaveh, el Decálogo y el código de la Alianza o mandamientos del Sinaí.
La redacción del libro de los Jueces se basa en la idea teológica de que cuando el pueblo judío es infiel a Yaveh, no observando los mandamientos del Sinaí o rindiendo culto a dioses e ídolos paganos, es castigado por medio del ataque y opresión que un pueblo extranjero ejerce sobre él. Cuando Israel se arrepiente y pide a Yaveh su protección, éste elige a un individuo, un “juez”, que lo dirige y lo libra de sus enemigos. Por tanto, los jueces son los líderes escogidos por Dios para hacer frente a los conflictos de las tribus judías que corrían el riesgo de ser sometidas, esclavizadas e, incluso, eliminadas, a manos de pueblos extranjeros y enemigos. Estos jueces dirigieron Israel durante unos trescientos años. Los más conocidos son: Déborah, junto con Barac, Gedeón y Sansón. Vamos ahora a comentar algo sobre Déborah y otra mujer que actuó como una aliada fiel, Jael.
Déborah, profetisa, se sentaba debajo de una palmera y administraba justicia a los hijos de Israel. Debido a los pecados de los judíos, el rey de Canaán Jabín, cuyo jefe militar era Sísara, oprimía a los hebreos. Estos pidieron ayuda a Yaveh por medio de Déborah. La profetisa le dijo al hebreo Barac que subiese al monte Tabor con hombres de las tribus de Zabulón y de Neftalí para plantar batalla a las tropas de Sísara y vencerlas. Barac estuvo de acuerdo siempre que ella lo acompañase. Déborah fue con él al monte Tabor. Sísara, informado, también marchó allí con su ejército.
Tuvo lugar la batalla y Barac, el líder hebreo, derrotó a Sísara; todos sus hombres murieron a filo de espada. Sísara huyó a pie. Llegó hasta la tienda de Jael, quien lo invitó a esconderse en su tienda. Jael cubrió a Sísara con una alfombra y le dio de beber. El derrotado militar se quedó dormido a causa del cansancio. Entonces, ella cogió un clavo de los de fijar la tienda y un martillo. Y mató a Sisara, clavándole en la sien el clavo, que penetró en la tierra. Después, entregó el cadáver a Barac, que iba persiguiendo a Sísara.