Muchos se preguntarán cómo se vive una pandemia dentro de una residencia de personas mayores. Esta semana conversamos con el hermano Luis Valero, quien a pesar de lo que atravesamos: “Es de las épocas que personalmente más felices estoy viviendo en mi vida”.
Queríamos hablar con una residencia de mayores de nuestra ciudad para saber cómo se encuentran de puertas para dentro. Sabemos que todas están cerradas con sus controles para cuidar a nuestros padres, abuelos… esas personas que han vivido una guerra, la época de la Transición, dieron vida a sus hijos que forman parte de las familias de nuestra ciudad y comarca y son los más damnificados por esta pandemia del dichoso virus.
Quedamos con el hermano Luis Valero Hurtado, consejero delegado de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios y responsable de la Residencia de San Juan de Dios de Antequera, la que cuidaban las Hermanitas de los Pobres hasta hace cinco años. La pandemia les ha obligado a cerrar sus puertas de nuevo, donde residen 80 personas mayores y trabajan 44 profesionales. Empezamos preguntándole ¿cómo se vive ese cierre de puertas al exterior?: “La residencia de acuerdo con las prescripciones y consejos por parte de la Junta de Andalucía y de la misma Orden Hospitalaria, tiene unos controles férreos sobre lo que es la posibilidad de que el virus pueda entrar. Tenemos que tener en cuenta con son muchos meses y hay que decir que verdaderamente están viviendo con auténtica paz la situación tan complicada que tienen. Ellos son conscientes de dónde están porque tienen acceso a los medios de comunicación, a todo lo que pueda suponer información”.
¿Le sorprende cómo reaccionan con normalidad comparado a lo que se vive en el exterior?: “A mí me llama la atención la capacidad de resistencia y de aceptar la dinámica que la residencia en estos meses tiene. Recogemos una tradición de 150 años de la presencia de las Hermanitas de los Pobres con todo lo que ellas han aportado a la atención y cuidados de las personas mayores como respuesta a su carisma propio de congregación religiosa. Nosotros recogemos esa atención con ese reto de seguir haciendo presente a Jesucristo desde el carisma del servicio a los pobres, enfermos y ancianos. La residencia ha sufrido todo un cambio para poder adaptarse a la nueva situación”.
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El control en una residencia y cómo se transforma cuando entra el virus
¿Qué pruebas se hacen los usuarios que viven en la residencia? ¿Cada cuánto tiempo se las realizan?: “Tenemos la suerte que desde el primer momento ya se hizo un primer cribado con PCR a todos los residentes y a todos los trabajadores. Gracias a esto la residencia se situó en la situación que tenía y esto fue que salió un grupo de residentes que eran positivos. A partir de ese momento se pusieron en marcha todos los protocolos tanto oficiales como locales para poder atajarlo. Y hasta la actualidad, gracias a Dios, estamos bien y tranquilos. Ahora, el SAS ha ido ofreciendo cribados todas las semanas. A los trabajadores también. Empezó tras las vacaciones, aquellos que hubieran estado más de 15 días, haciéndoles el control y después se ha mantenido las pruebas de antígenos todas las semanas a todos los trabajadores”.
Las residencias son residencias y cuando entra el virus no están preparadas para transformarse en un centro hospitalario y poder aislar a los positivos del resto. “Una residencia es lo que es, no es un centro sanitario con lo cual la atención sanitaria tiene que tener un poco lo que la legislación prevé para ellas. Cuando se medicaliza, que en nuestro caso ocurrió en la primera oleada, es el Hospital el que responde a la atención sanitaria y de las necesidades que van surgiendo. Junto con el Hospital Comarcal de Antequera hicimos un trabajo encomiable en el sentido de que ellos, con los médicos que habían asignado y con los enfermeros propios del centro, fuimos día a día trabajando e intentando reconducir la situación que hubiera sido caótica si las PCR no se hubieran hecho”.
¿Cómo fue la transformación de la residencia en esos meses de abril y mayo?: “Hubo que dividir en tres porque la legislaciones en ese momento así lo señalaban. Unos, los que claramente eran positivos, otros los que claramente eran negativos y otros los que posiblemente podrían ser positivos porque podían haber tenido contacto con algún positivo, pero que todavía no había síntomas. Gracias a eso salimos adelante”. Tras superarlo, ya tienen un protocolo de actuación por si vuelve a aparecer. “Tenemos 14 protocolos de actuación, además de disponer toda una planta con 18 camas por si acaso surgiera algún caso positivo. Nosotros ahora mismo, entre comillas, estamos actuando como si tuviéramos positivos para no bajar la línea de actuación y la guardia por si surgiera algo. Ahora mismo la residencia está funcionando correctamente, pero con esa cosa de que en cualquier momento nos puede entrar. Eso hay que ser consciente: el cien por cien de garantía nadie lo puede dar, eso está claro, pero se tiene que hacer todo lo posible para que no entre”.
En esa primera oleada se encontraron con las defunciones habituales y con las producidas por el coronavirus. Ante algo que se desconocía, tiene que ser terrible el saber que hay fallecidos por COVID-19 y las medidas tan estrictas que ahora se han permitido no ser tan estrictos. “Era difícil, la tensión que en la asistencia esto suponía para nosotros era complicado. Hubo un grupo de afectados, unos 17, que de ellos fallecieron 6, pero tenemos que decir que propiamente de Covid solo fallecieron 2 porque tenemos que tener en cuenta que en ese primer momento no se conocía realmente lo que esto suponía. Nos encontrábamos que las patologías previas que tenían los residentes se agudizaban y eso es un poco lo que en ese primer momento nos hizo encender la alarma”.
El resto de compañeros de San Juan de Dios que daban negativo o estaban aislados, ¿sabían lo que estaba pasando en la residencia? ¿Conocían que había compañeros a los que el virus estaba evolucionado o acelerando su fin? “Ellos lo sabían, pero el miedo que esta situación provocaba les llevaba a no preguntar a nadie. Los positivos se aislaron en la zona que estaba preparada para esto que era la planta de arriba y las otras plantas, dentro de la situación, siguieron su vida normal. Por supuesto, cada uno en su habitación, teniendo en cuenta y eso es una gran ventaja que tiene este centro, es que todas las habitaciones son individuales. Con lo cual nos permitía controlar muy bien la situación. Pasaban el día viendo la televisión y eran conscientes de lo que había y en el centro ellos no preguntaban porque tenían miedo, y si no sabían, intuían. No obstante nosotros en la medida de las posibilidades íbamos informándoles de cuál era la situación para que ellos fueran conscientes, pero no solo eso, sino que ellos además tenían sus vídeollamadas con sus familiares que les iban informando un poco de cómo iba discurriendo esta situación”.
Buscar la esperanza con mensajes optimistas desde las redes sociales
Con todo lo que está cayendo y leer los mensajes llenos de ilusión por parte de los residentes, que siguen con sus actividades, con toda precaución nos emocionan al compartir sus fotografías antiguas. “Hay algo que para los hermanos de San Juan de Dios es fundamental y es que el centro de nuestra misión es en este caso las personas mayores. Por ellos nos desvelamos y hacemos todo lo posible día y noche para que ellos tengan la calidad de vida y los cuidados que se merecen. Nuestra actuación va más allá de un cuidado técnico, de un cuidar cualificado, eso se da por hecho. Nosotros en la Iglesia colaboramos en la evangelización desde la atención y el cuidado de las personas necesitadas y enfermas y esto te cambia la perspectiva de quien tienes delante”.
Suponemos que al estar en la residencia, en cierto aspecto, saben que están en su última fase de la vida. “No temen a la muerte, pero no quieren morirse como ninguno queremos. Ellos viven con mucha paz la situación por la cual están pasando. Tienen una gran capacidad a la adversidad y a la situación con lo cual esto es un estímulo para todos nosotros. Verlos luchar con la vida tan difícil que han vivido… gente que no han tenido los medios que nosotros tenemos, que muchos de ellos han vivido una guerra civil… Después, las vicisitudes de la posguerra y ahora al final de sus días encontrarse con una situación tan complicada y ahí están dándonos ejemplo de vivir con coherencia estos momentos de su vida”.
Pasa como con los más pequeños en los colegios, los que menos se quejan y en el caso de los mayores, los que más tendrían que hacerlo por la situación. “Desde el primer momento ellos son los primeros que están ahí. Hay que tener en cuenta que desde el mes de marzo están viviendo esta situación y son ya muchos meses. Y hay gente de verdad que no tiene capacidad intelectual por su situación de deterioro cognitivo por la edad y no son capaces de valorar la situación que se vive, pero hay otros que salían diariamente a dar su paseo y que llevan desde el mes de marzo sin salir”.
Las vídeollamadas para poder hablar con las familias es una de las mejores iniciativas que tuvieron. “Al principio no conocían esta dinámica nueva que casi tampoco nosotros conocemos, pero nos vamos adaptando, pero para ellos y la familia ha sido algo grande. Cuando empezó esto sí que teníamos en cuenta que al menos tres o cuatro líneas de información había que abrir con las familias. La primera fue la posibilidad que pudieran llamar a cualquier hora del día para interesarse por su familiar, si era una cuestión técnica en que algún enfermero tenía que informarle o pedía alguna explicación técnica tenían que llamar de tres a cuatro porque el enfermero tiene que estar donde tiene que estar. Había una segunda línea de información a las familias que era el Facebook, se han sacado creo que 80 o 90 informaciones de diversos tipos. Pusimos una tercera línea de comunicación, que eran por supuesto las vídeollamadas y la cuarta línea era atender a los medios de comunicación. Teníamos que estar en la calle dando la información que se pueda dar. Sí es verdad que en aquel momento cierta información estaba restringida y solamente la Junta de Andalucía podía dar datos, informaciones de cuál era la situación de los centros y eso lo teníamos muy claro”.
Cuando hablan por teléfono o por móvil, ¿se emocionan más los hijos, los nietos o los abuelos? “Son emociones diferentes. Nos emociona hasta a nosotros el poder ver como la familia con su residente habla de sus cosas, algunos no pueden hablar por la situación de deterioro cognitivo que tienen es tremenda, pero reconocen, agradecen e incluso esperan con ilusión que tienen visita y eso para ellos es muy importante. Con lo cual emociona el poder verlos con el gozo que llegan al comedor diciendo que hoy han estado hablando con ellos. Eso es una maravilla. Es un don de Dios el poder atender y cuidar a personas mayores. Es de las épocas que personalmente más felices estoy viviendo en mi vida”.
Cuando se compara entre lo público y lo concertado, a la Iglesia se la cuestiona. Una plaza en una residencia pude costar unos 1.500 euros y hay familias que no pueden… ¡No está pagado lo que ustedes hacen por las personas mayores!: “Nosotros no queremos ser una residencia privada. De hecho, la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios solo tiene privado la residencia de Antequera. Lo demás está todo concertado con el ente público. Aquí nosotros asumimos la situación de la residencia que era privada de las Hermanitas de los Pobres y que atendía según sus posibilidades y la ayuda social que recibían de la ciudad y de otros pueblos la atención a los mayores. Estaba la posibilidad de dejar la residencia vacía y empezar de cero. Pero cuando los hermanos de San Juan de Dios valoramos la oferta que se nos hacía y la situación que se vivía en el centro dijimos que a los residentes al final de sus días no se les podía llevar a otros lugares, tenías que acabar ahí donde estaban, en su pueblo, en lo que había sido su vida. Esto suponía para nosotros una situación muy complicada que todavía lo sigue siendo, en el sentido de que son muchos los residentes con pensiones no contributivas o con pensiones muy bajas están siendo cuidados por la residencia y nosotros estamos dispuestos a seguir adelante. De hecho, en estos años la obra social de San Juan de Dios en Andalucía está asumiendo esto, sino sería imposible”.
¿Una de las opciones sería intentar concertar poco a poco algunos espacios?: “El objetivo es que la residencia esté concertada y para ello llevamos tiempo trabajando con Asuntos Sociales para ver las posibilidades que hay. Es extraño que una ciudad como Antequera, que pasa de los 45.000 habitantes, tenga solamente 50 camas concertadas de residencia, cuando hay pueblos alrededor mucho más pequeños que tiene muchos más conciertos hechos. Nosotros tenemos que luchar y también la ciudad para que haya más atención pública a personas que lo necesitan. Nosotros estamos trabajando y nuestro fin es llegar a concertar completamente la residencia. Ya vamos bastante avanzados, pero hay cosas que no dependen de nosotros”.
Preparando la Navidad y deseando que el 2021 traiga la tranquilidad… y la vacuna
Suponemos que antes del 8 de diciembre habrá que hacer ese el Belén de San Juan de Dios, aunque este año no pueden con el napolitano de la iglesia que lleva su nombre en la calle Infante don Fernando: “Vamos a montar un pequeño belén, pero el monumental que hicimos el año pasado en la iglesia de San Juan de Dios no es posible. En la residencia habrá muchos belenes”. Será diferente, pero es Navidad: “La alegría no nos la va a quitar nadie. Tenemos que reinventarnos y que la alegría de la Navidad y del nacimiento del Hijo de Dios siga estando presente en medio de nosotros y dónde mejor si no que con las personas mayores”.
Seguro que los mayores lo habrán pasado peor que en la ciudad pensando que en su Antequera no se ha podido celebrar todas esas fiestas que son tradicionales y que tanto han aportado ellos. ¿Qué es lo que ellos han expresado?: “La verdad es que hay varios matrimonios muy cofrades y han echado de menos la Semana Santa, incluso uno de ellos echaban en falta que este año habían podido venir a traerle la palma cuando todos los años vienen a traérsela. Otros el tema de los toros que les encanta, la feria… que este año no hemos podido salir a comernos los churros ni ir al Señor de la Verónica donde el año pasado también estuvimos, ya que tuve la suerte de celebrar la misa en la Plaza de Toros con un numeroso grupo de residentes que pudimos llevar… En ese sentido estamos muy condicionados. Intentamos recordar el día de la Virgen, de Santa Eufemia… pero muy condicionados, claro”.
¿Qué mensaje cree que les gustaría a ellos dar a la ciudadanía de Antequera en general?: “Creo que sería un mensaje en primer lugar de fe. En segundo lugar, un mensaje de fortaleza ante las adversidades. El ser humano si se lo propone es capaz de mantenerse firme en medio de las dificultades. Y un tercer mensaje de esperanza, que así lo viven ellos”.
Ante estas fiestas, ¿qué se le podría aportar que les haga falta?: “A nosotros nos viene muy bien todo lo que son artículos de la vida normal de higiene, alimentación, lencería… Después hay otra serie de proyectos que prefiero trabajarlos con otro tipo de empresas, pero eso de la vida ordinaria siempre nos viene muy bien”. Está de moda mucho lo del comité de expertos. Si en Antequera hubiera organizar un comité, pero que funcione, estaría el hermano Luis Valero porque lo que está haciendo es impresionante. Denos un mensaje de esperanza. ¿Hasta cuándo vamos a estar en esta situación? ¿Qué optimismo nos da?: “La última noticia es que se están hablando de las vacunas, pero… no tenemos nada seguro ahora mismo y a nivel de tratamientos es verdad que hemos avanzado algo con respecto a unos meses. Es verdad que los médicos van afinando mucho y el número de defunciones está siendo bastante menor que al principio. Yo tengo esperanza de que vamos a salir adelante. Lo que no sé es la fecha de cuándo esto puede acabarse, pero creo que los esfuerzos que se están haciendo a nivel médico y de laboratorios para poder responder. Creo que antes de lo que creemos pueden dar una respuesta…”.
Cuando mira la imagen de San Juan de Dios, suponemos que aparte de rezarle le preguntará qué nos diría. “Ojalá nos diera buenas vocaciones antequeranas porque nunca han faltado vocaciones y de hecho tengo que decir que Fray Diego de Bermúdez fue un gran general de la Orden Hospitalaria, antequerano. Lo primero que hago es invocar a San Juan de Dios y especialmente poner en sus manos los residentes de esta casa, que el nombre de San Juan de Dios no sea solamente un título que está ahí puesto sino que ese cuidado trascendente y de misericordia llegue a los residentes por la protección directa del santo y por los cuidados de calidad que tanto los hermanos como los magníficos trabajadores de esta casa estamos empeñados en realizar cada día”.
Así es el hermano Luis Valero, el alma terrenal de la Residencia de San Juan de Dios, ésa que aunque tiene que estar aislada, busca cómo acercar a los residentes a sus familiares, aunque sea asomándose por el balcón del exterior para que los vean desde la calle como le pasó a ese buen hombre, que llevaba meses sin abrazar a su esposa, y apareció él, como un ángel, y le preguntó qué hacía por allí y que esperara. Y a los pocos minutos, ella se asomó al balcón.
Debe ser muy complicado encontrarse un milagro para muchas necesidades imposibles, pero mientras, nos quedamos con personas como el hermano Luis, que aprende de los abuelos y busca cómo acercarlos a las familias que llevan sin abrazarles desde marzo… como a San Juan de Dios le gustaría. ¡Siga así, “ángel” Luis! Estaremos pendientes de la próxima fotografía y comentario del interior de la Residencia en las redes sociales, pero sobre todo de la sonrisa de sus inquilinos, de los vecinos que crecieron en el segundo cuarto del siglo XX y que les toca vivir en esta pandemia.