viernes 22 noviembre 2024
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Incoherencias

Horarios distintos para los votantes y trajes EPI para los miembros de la mesa. Todo esto parece una tomadura de pelo. Es posible que nos estemos atontando al ver una cosa tras otra, sin apenas inmutarnos, y sumándole, además, la cobardía a la que nos tiene sometidos este agente patógeno o que todo nos esté importando un bledo. Dispuestos a aguantar lo que nos echen. Y nos están poniendo a prueba, seguimos callados, se va el Ministro, tan tranquilo, y nos parece que ha cumplido su gestión a las mil maravillas. Se coronará como el ganador en Cataluña y nos ofrecerá el triunfo. Como sea, las elecciones catalanas han de celebrarse. 

Alrededor de una mesa electoral, de cualquier colegio, sea pueblo o ciudad,  hay un mínimo de doce horas que compartir y un número de personas que ponen su empeño para que la democracia sea una realidad:  las tres asignadas por la administración  y los diferentes interventores que acudimos en defensa de nuestras ideas y brindamos ayuda y apoyo a nuestros partidarios. No es fácil regalar un día  aunque  estemos convencidos que es un bien incuestionable que nos permite una pacífica convivencia, es más profundo nuestro altruismo,  luchamos por juntar las voces de todos y entonar la melodía hacia el progreso. Y ese día largo, pesado e inquieto porque el triunfo te puede volver la espalda, la satisfacción e ilusión de saber que la sociedad pueda ir a mejor, es nuestra gran recompensa. Tenemos nuestro papel que cumplir y somos los verdaderos protagonistas de la jornada electoral. 

En esta ocasión y con el criterio de un Gobierno, que siembra dudas en su actuación, las elecciones del día de los enamorados, parecen que no encantan demasiado. Acudir de voluntario sabiendo que, contagiados, confinados y dudosos, pueden votar es un riesgo innecesario. Podían esperar, las cuentas no pueden salir por encima de las desdichas personales. Ruina, cierre de negocios a diario, invito a pasear por calle Comedias y la comparen  con la de hace algunos años.

Me queda una pizca de valentía para pedir respeto por tantos anónimos que hacen posible la Democracia, a sabiendas, que son muy cuestionables las decisiones desde el poder.

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