miércoles 24 abril 2024
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Y ahora se dan cuenta que el acento andaluz existe

Desde hace relativamente poco tiempo, el acento andaluz es noticia. Desde preguntas inoportunas a un presentador de televisión por su acento hasta las críticas a una ministra y a un consejero de la Junta de Andalucía por su acento. Pues sí. Hablan con acento andaluz y lo hacen porque conservan un conjunto de particularidades fonéticas, rítmicas y melódicas que caracterizan el habla de un país, región o ciudad, ya que así se define en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua.

Pero, ahora bien, este tema es algo que ya deberíamos superar, más que nada por ser algo tan manido y superfluo, que por lo menos a mí no me supone ningún tipo de problema y no deberíamos dedicarle la más mínima atención.

Lo que sí me preocupa es que quienes critican nuestra forma de hablar son tan absurdos en sus reflexiones que se les escapan otras formas de criticar una intervención por parte de un político. Pero claro, para eso hay que estar algo más instruidos y menos dados a la crítica fácil y populista. Me refiero en concreto a una de las últimas intervenciones que tuvo lugar en el Palacio de San Telmo por parte de un consejero de la Junta de Andalucía, en la cual se empleaba el término “culillo”, para hacer referencia a aquella porción de los viales de vacunas que no se pueden usar y hay que desechar. Una vez que se oyó esta frase, más de un ilustrado de la fonética puso el grito en el cielo; porque ya se sabe: ¡qué podemos esperar de esos que hablan con ese acento! Como si en el resto de los territorios hispanohablantes se usara la fonética y el ritmo de forma celestial.

Pues bien. Dicho esto, me gustaría reseñar que el problema no son los acentos, sino el mal uso de la lengua. La gran diferencia que existe entre el lenguaje culto y el vulgar, reside en que el que usa el primero es capaz de distinguir la forma y el lugar de emplear el lenguaje formal y el informal. Mientras que el segundo no sabe distinguir entre uno y otro. Así pues, me da igual el acento que se emplee para decir “culillo”; ya sea andaluz, gallego, extremeño o de la Pampa Argentina. Lo que me preocupa es que se empleen términos de este tipo en una sede parlamentaria durante una intervención institucional. Habría quedado mejor usar el término remanente, sobrante, restante… Es decir, que sobra.

Y para rematar, no me cansaré de recordar la necesidad de la higiene de manos, la distancia social y el uso adecuado de la mascarilla. Y en referencia a esta última medida, recomiendo una lectura pausada y atenta a la última colaboración de Luisa Casero. Me parece magnífica, como no puede ser menos de alguien tan comprometida con el civismo y las buenas maneras. Un beso desde estas humildes líneas.

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