viernes 22 noviembre 2024
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Domingo Sexto de Pascua: Amor y alegría tras el COVID

En nuestra vida se nos presentan sin avisar momentos de tristeza, dolor, sufrimiento, odio, rencor y de muerte. Situaciones difíciles que hemos atravesado  a lo largo de la pandemia y que sin esa fe en Dios hemos caído en la tentación del miedo, la tristeza y el desamor. Pero seguir las huellas de Jesús Resucitado nos lleva a vencer el mal con el bien, la tristeza con la alegría y el odio con amor. Hoy el mundo necesita de personas alegres y optimistas que sepan amar y permanecer en el amor de Dios.

Hoy el evangelista Juan continúa con el discurso de despedida de Jesús a sus discípulos, donde va a decirles en qué consiste dar fruto y ser auténtico seguidor suyo. El tema fundamental que destaca  es el Amor,  donde se nos dice que el amor ha venido a nosotros y es vital para el seguidor de Jesús permanecer en él. El amor del que nos habla el cuarto evangelio no es algo puramente emocional, sino que tiene un carácter profundo, porque el amor es vida: “Como me amó el Padre, así os he amado a vosotros. Permaneced en mi amor”. El amor del Padre es la fuente y el fundamento del amor de Jesús a sus discípulos. Él ama a los suyos con el mismo amor con que le ama el Padre. Amar como Dios ama y permanecer en su amor es la revolución que realmente puede cambiar el mundo.

En medio de esta larga pandemia en donde ya vemos una luz al fin del túnel, acerquémonos a Jesús que nos llama a permanecer en su amor y a dar frutos. Recordemos que Dios nos elige para dar fruto. Solo amando entenderemos quién es él y quienes somos nosotros. Amando nos reencontraremos con nosotros mismos y podemos ir más allá, descubriendo que la fuente de este amor que vivimos es Dios mismo.

Somos elegidos por sus manos en  esta crucial superación del COVID 19 para revitalizar nuestra fe, para emprender nuestra vida no sólo desde los valores materialistas sino desde los verdaderos valores humanos y espirituales. Tengamos la alegría de sentirnos “amigos de Jesús” para dar un fruto que dure. Somos sus amigos, no sus siervos. Y porque somos sus amigos, de su familia, nos ha dado a conocer todo lo que ha oído del Padre.

Hay una frase sorprendente en este fragmento evangélico, que es muy saludable siempre: “Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud”. Jesús relaciona el amor con la alegría. Amar nos vuelve alegres, por contraposición, el odio nos cierra a Dios y a los otros. Con frecuencia escuchamos que notamos nuestra sociedad más bien triste, que necesita sucedáneos como el consumo impulsivo o las drogas, o cualquier otro aliciente para ser feliz. Recordemos que amar trae alegría. Unos cristianos alegres son expresión viva del mandamiento del amor. La alegría de la resurrección del Señor que celebramos por Pascua nos impulsa a vivir alegres. Nuestra alegría es expresión de descubrir que el Reino de Dios está ya presente entre nosotros. Es una alegría plena, no efímera, una alegría que permanece en nuestro interior y nos conforta en los momentos difíciles y en los momentos de prueba.

El amor y la alegría de permanecer en el amor de Dios, son las enseñanzas que Jesús nos deja en el Evangelio de hoy. Solo es feliz quien ama y hace un mundo más feliz. Solo conoce la alegría quien sabe regalarla. Solo vive quien hace vivir.

 

 
 
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