Cerramos el mes de agosto con unos resultados óptimos de la pandemia tras un mes de julio desalentador. En más de una ocasión nos hemos referido que por mucha medidas que se expongan, al final dependen de cada uno, de la persona.
Ocurre como la vida misma, desde que nacemos hasta que nos vamos de este mundo. Hay un punto donde el individuo depende de sí para seguir adelante, pero los primeros años son vitales.
Quienes tienen la experiencia, para nosotros afortunada, de recibir una nueva bendición en casa, pueden observar cómo va creciendo día a día desde que se está en estado de buena esperanza. Tras una media de nueve meses en los que la madre acoge en su interior a esta nueva vida, sus movimientos interiores muestran el camino del parto.
La pandemia está educando a la sociedad desde que se nace, no sólo con la enfermedad, sino también con buenos momentos como en el alumbramiento. A la soledad de la enfermedad y de la muerte en pandemia, también hay sus particularidades en grandes momentos como es recibir a una criatura.
Complicadas, pero ejemplares deben ser las actitudes de la familia a respetar las normas. Tras un mes de julio donde quizá algunos días no se respetaban las normas de entrar una persona como se pide, en agosto nos dicen que ha sido un mes de respeto absoluto.
Es duro no tener a quién abrazar tampoco en los buenos momentos, con sus esperas, complejidades y particularidades. Pero siempre estará esa persona que escucha y acompaña. Creemos que los profesionales sanitarios, tendrían mil historias para contar de lo vivido con normalidad y más con esta pandemia.
Sin duda, una gran medicina es la que no viene en forma de vacuna o medicamento: es ser escuchado y sonreír al paciente, se esté en un buen o mal momento. Es increíble la magia que pueden conseguir.
Ojalá cuando termine esta pesadilla, se sigan utilizando los hospitales para lo que son y se dejen esos malos hábitos de convertirse en un paseo de ida y venida por plantas y habitaciones. Quien está allí no está por gusto y necesita las mayores atenciones y alguien cerca que le ayude.
Hoy, con las herramientas de los móviles podemos hasta vernos y hablar a la vez, por lo que no hay excusa. Que no se toca, bueno; pero se siente. Es la mejor vacuna para tantas situaciones.
A partir de ahí, el bebé crece, empieza a escuchar, ver en su medida y buscar el cariño, esa voz que le susurraba, ese abrazo, ese beso… Le toca seguir desarrollándose. Ahí tendrá a su hermanita para que le vaya guiando en su aprendizaje a leer y sentir lo que tiene a su alrededor. A sus primos, tíos, abuelos, familia… para impregnarse de los valores de la vida.
El problema viene cuando se nos olvidan las complejidades, los malos momentos de la vida y nos creemos invencibles. Es cuando surgen las incongruencias de la vida, cuando empieza a manar el egoísmo y la mala sociedad en la que vivimos. Quizá cuando se dé con la vacuna definitiva del virus, habría que estudiar lo que nos pasa para cambiar tanto en tan poco tiempo.
A quienes tengan la suerte de tener a alguna persona nueva en casa: ¡felicidades y a disfrutar de ella! A ese bebé, que no se le olvide el cariño de todas las personas que tiene al lado, sobre todo de la madre que es quien le dio la vida. Seguramente con el paso de los años, esa persona que lo dio todo, precisará de sus hijos para seguir viviendo con unos años más y con menor movilidad.
A todos los problemas de hoy que se han convertido en algo normal, se podrán solucionar si a los nuevos ciudadanos, se les deja seguir con lo que crecen y desarrollar sus instintos humanos y propios de un pequeño que únicamente necesita alguien que le quiera, alimentarse y crecer… ¡vivir!
