jueves 21 noviembre 2024
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Nunca se nos olvidará el amor de Remes y Sebas: cuando los recuerdos vienen y salen del corazón

Este sábado 29 de octubre, amaneció la Residencia de San Juan de Dios sin cobertura. Sonaban canciones del estilo de Bob Dylan o The Rolling Stones. Como cada día, el amor de Remes y Sebas salía a pasear“a comerse un paquete de patatas recién fritas y una cerveza”, como siempre hacía esta feliz y encantadora pareja de enamorados que marcan la intensidad y la importancia del amor en nuestras vidas.

Antequera despedía el último día antes de cambiar los relojes de madrugada, con la triste noticia del fallecimiento de Remedios Fernández Bermúdez, Remes la del Sebas, esposa de Sebastián Podadera Báez, la leyenda del Manolo Bar. Los amigos de todos los que hemos pasado alguna vez por el mítico bar de calle Calzada.

La vida deja muchas preguntas que alguna vez alguien tendrá que responder, pero cuando es el momento, se nos olvida plantearlas. En unos tiempos donde el amor ya no es eterno, siempre hay ejemplos que dicen todo lo contrario. No conocemos una historia de amor tan intensa como la de Remes y Sebas, los enamorados de la peña que emerge entre San Juan de Dios y la calle Obispo.

Él, con 13 años, empezó a trabajar en el bar de la familia. Fiel a su padre y al negocio, sólo «se escapaba» para ir a ver a su amiga Remes. Por mucho trabajo que tuviera, esos minutos que tuviera disponibles, los dedicaba a ella.

Luego como el que sí quiere la cosa, formalizaron su relación, «hablándose» y se juraron amor eterno tras una barra de bar, entre la pasión de vivir y poder transmitir lo que aprendieron a sus hijos.

Se casaron y fueron llegando: Sebastián, David, José Manuel y Daniel. Entre tanto, infinidad de sobrinos entre todos esos jóvenes que fuimos pasando por su barra, buscando esa canción, ese refrigerio, esa tapa, ese consejo de escuchar a alguien que sabía que nada se regala en nuestro día a día.

A Remes y Sebas se le fueron sumando las novias y mujeres de sus hijos, vinieron momentos inolvidables, llegaron los nietos y pensar en la jubilación. A la «movida» le sucedió el «agua de agosto» de las ferias y a las ferias, el final del mítico Manolo Bar con la célebre canción de «Los García».

Con el deseo de poder jubilarse ambos, después de una vida entregada por los demás, apareció en Remes esa enfermedad que va apagando poco a poco, el ser, los recuerdos, la memoria, el seguir mostrando lo que esa persona ha sumado a lo largo de su vida.

Pero a él, a Sebas, no le importó. Él también le acompañó en sus viajes sin sentido al pasado, a la época de ir de la mano, de buscar las patatas fritas de la ferias y paseaba, paseaba, paseaba por parques, calles y plazas, para seguir avivando su amor.

Verles por la calle, cogidos de la mano, del brazo, con caricias cómplices, te mostraba lo hermoso que puede llegar a ser el amor cuando lo que importa es lo que ven y recuerdan nuestros corazones.

Pasaban los meses, los años, venía el día del Alzhéimer y todos nos uníamos en el «el próximo año, estaremos en el centro de día del alzhéimer», seguro que «habrá un neurólogo para ella y para todos lo que lo necesiten»…. Pero a Sebas, como a todos los que hablábamos con ellos, también se nos olvidaban, año tras año, esos deseos y promesas de actuar contra los problemas de la memoria.

Y mientras que pasaba, él seguía avivando su amor por ella, como sus hijos, hijas, nietos, amigos y familiares. Verles juntos, sin complejos, sin temores, era ver la llama, la cara del amor verdadero, ése que dicen que ya no existe, pero que sí sigue estando en los corazones de personas como Remes y Sebas.

El amor seguía, fluía, por muchas espinas que fueron surgiendo. Él cuidaba de ella, pero la situación se agravaba y precisaba de ayuda externa. Y vino la pandemia. En esos paseos para contar cómo estaba Antequera en el inicio de la pesadilla, nos encontrábamos a los dos enamorados dando su paseo entre Fernández Viagas y la Negrita.

Pudo encontrar ayuda en la Residencia de San Juan de Dios, aunque fuera lo mejor para ella y lo peor para él, ya que no pudo verla al cerrar las residencias. Y entonces, Sebas encontró el consuelo en bajar hasta el exterior y soñar que ella estaba sintiéndolo. Y como si de una película fuera, casualidades de la vida, ella se asomaba a los balcones, pudiendo sentir cerca a su amor. (Gracias a toda esa familia de San Juan de Dios por lo que les han ayudado).

Y mejoró la pandemia, y pudo verla, besarla, acariciarla de nuevo, aunque fuera a través de cristales, mamparas, medidas de seguridad que el maldito virus nos dejó. Y se vacunaron, salió algo el sol y pudo volver a verla sin restricciones. Cada día le contaba una historia, un recuerdo, le llevaba un regalo en forma de beso, susurro o un caramelo.

Y pasaba el año, los cumpleaños, los días especiales y ella que se perdía en esos espinosos mundos de la memoria y él con su familia que le seguían por muy mal que se pusiera el camino.

Y él caminaba por las calles, y ella por los pasillos de San Juan de Dios. Y pasaban los meses, las mascarillas venían y se iban, junto a recuerdos y momentos. Dos años de recuerdos de aquella Real Feria de Agosto, la del 2019, cuando él la pregonó y ella estaba allí, junto a él, sus hijos y todos los que los queremos.

Recuerdos como cuando el cantante José Manuel Soto le dedicó la canción «Por ella» durante el Pregón de su marido. La emoción se contuvo en un pregón eterno… 

Pero pasan los días, los meses y el pensamiento que se esconde más y más y el amor que intenta burlar las barreras y siempre los encuentra. El alzhéimer es otra de esas enfermedades, como el cáncer, que llama a todas las familias, aparece cuando menos lo esperas y se lleva una y otra vida de una forma que quienes lo padecen, saben a qué nos referimos.

Y llegó la madrugada del viernes 28 al sábado 29 de octubre, los recuerdos salían y salían de Remes, y Sebas que fue a cogerlos para guardarlos para siempre. Y se le apagó la luz. Terminó el sufrimiento de perder una y otra vez lo almacenado en el corazón.

Ella ya no está, no la puede ver, pero él, su marido, su fiel compañero de viaje, sí puede sentirla como lo lleva haciendo estos meses de calvario que él sabe muy bien lo que es, lo que habrán sentido y vivido.

Y ya no estará ella, pero sí sus recuerdos, recuerdos de amor, de entrega, de lucha, de ganas de vivir. ¡Gracias, Remes y Sebas por lo mostrado en vuestra juventud y en vuestra madurez! Sebas no habrá escrito un libro, ni una canción, ha recorrido una vida de amor eterno. ¿Se puede pedir algo más?

Por eso, agradecerles y que nunca se nos olvide el amor de Remes y Sebas: cuando los recuerdos vienen y salen del corazón. Descanse en paz y siga dando fuerza para que su marido, hijos, familiares y amigos la recuerden por lo que les transmitió. Sus hijos comprenden desde hace tiempo lo de «madre no hay más que una…!.

Y en eso que Sebas, se despertará e intentará que el recuerdo de su pérdida se esfume, para poder sentirla, abrazarla, besarla de nuevo por última vez, hasta que el sueño irrumpa, aunque no la vea, pero antes le lanzará un nuevo beso…

Por eso, Sebas seguirá dando sus paseos, hasta la Negrita, por el Paseo, por Fernández Viagas, por la feria, hasta San Juan de Dios, pensando cómo estará… porque mientras que haga lo que siempre hacía con ella, su recuerdo seguirá vivo y nadie ni nada podrá olvidarlo.

Más información edición digital www.elsoldeantequera.com y de papel el sábado 5 de noviembre de 2022. ¡Suscríbase y recíbalo en casa o en su ordenador, antes que nadie (suscripción).
 

 

 

 

 

 

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