jueves 21 noviembre 2024
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Renovación votos bautismales

Hace unos días, hablando con una persona, se me ocurrió hacerle una pregunta acerca de, qué tres cosas consideraba esenciales para sentirse feliz. En su respuesta me encontré con algo… que siendo sincero y me gusta serlo, me sorprendió. Primero me decía: la salud, muy de acuerdo, pocos habrán de dudar de ello. Pero la segunda (admito que no menos acertada), he de decir, que no la esperaba, élla argumentaba que habría de ser: el respeto, para poder ser feliz, esto, era algo muy importante para ella. Por último hizo alusión al trabajo, a la necesidad de poder tener un trabajo, digno.
Todo ello, unido a las vivencias por la renovación del bautismo de un nieto, más, por ende, renovación del propio bautismo, en el acto celebrado para tal ocasión en, la iglesia de San Zoilo el pasado sábado día 14, he de admitir que me ha llevado a posponer la idea que, para el articulo a escribir ya tenía previsto y que, en el acato a mis creencias, voy a modificar para dejar estos otros contentos.
En el respeto, y con el debido silencio que requería el acto, comenzaba la grata ceremonia que nos había preparado con desvelo, entrega y cariño, el padre Antonio. Merced a esa consideración, una serie de frases me fueron quedando en la mente, a lo largo de la bella y entrañable celebración.
“Había una ciudad en tinieblas. Todo estaba a oscuras. Estos eran los nombres de las calles más famosas: Calle de la Mentira, Calle de la Ambición, Calle de la Injusticia, Avenida del Egoísmo, Plaza de la Inseguridad, Callejón de la Muerte, Cuesta de la Violencia, en los más negros presagios, (nave central de San Zoilo, con luces apagadas) las familias vivían en una noche prolongada y fría”.
“Al cabo de algún tiempo, en medio del frío y las tinieblas, apareció una luz. No era una luz cualquiera, era una luz que cautivaba, que todo lo llenaba de alegría. Era una luz viva, como el Lucero del Alba, luz que alumbra a todo ser que viene a este mundo”. Esa luz maravillosa se fue extendiendo lentamente por todos los pueblos y ciudades que estaban a oscuras (luces ya encendidas en la nave central).
“Y la luz que fue ganando su batalla a las tinieblas, propició que los nombres de las calles fueran cambiando:
-La calle de la Mentira por la Calle de la Verdad. –La calle de la Ambición por la Calle del Servicio. –La calle de la Injusticia por la calle del Respeto. –La avenida del Egoísmo por el Parque del Amor. –La plaza de la Inseguridad por la Plaza del Encuentro. –El callejón de la Muerte por la Puerta de la Ilusión. –La cuesta de la Violencia por la Llanura de la Paz.
Todos se fueron llenando de luz: el hombre, las cosas, la vida entera. Y cuando llegaba la noche aparecía el firmamento sembrado de luces, al igual que fuegos artificiales, para indicarnos que la fiesta ha comenzado”.
Entre otras oraciones, mi Renovación de los Votos Bautismales se completaba con las siguientes renuncias:
Renuncia al odio y a la violencia, que sólo conducen a la guerra y a la muerte. Renuncia al egoísmo y al afán de riquezas, que sólo crea barreras entre ricos y pobres. Renuncia al poder y dominio sobre otros, que sólo conducen a que haya poderoso y esclavos.
Y las promesas de luchar con todas mis fuerzas, para que triunfen el amor y la paz. Prometiendo trabajar por un mundo mejor, donde las cosas que Dios ha creado sean compartidas por todos.
En el abrazo a mi nieto, mi mente volaba… ¿merece la pena tener hijos hoy? Sí, sin duda. Gracias a ello, algún día… ¡podrán tener nietos!

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