Hace unas semanas revisé un clásico del cine de acción de los años 80, “Tango & Cash” de Andréi Konchalovski, 1989. Disfruté como un niño, por muy diversas razones, a pesar de no ser uno de los títulos punteros del género de acción de los 80. Quizá puede ser uno de esos últimos títulos desenfadados de “boddy movie”. El cine de los 80 nos dejó varios ejemplos: “Arma letal”, “48 horas”… De entre las razones de mi disfrute estaba el comprobar su loable objetivo: entretener. Marcado desde un comienzo con esa secuencia de Stallone deteniendo a dos tipos en un gran camión. Los protagonistas Sylvester Stallone y Kurt Russell se mueven con agilidad en sus papeles de “polis”.
Otra de las razones, su fotografía. Hoy en día, a veces, no tratan las películas de acción con el cuidado fotográfico de otras producciones. Prueben a ver el nutrido número de títulos en plataformas… Luego existía un cierto toque moralista, más o menos marcado, pero lo había. Sin meterlo con calzador, hecho que hoy asustados creadores suelen realizar por la amenaza mediática de lobbys absurdos. Por otro lado, los diálogos eran directos. Pocas veces se recurría a artificios argumentales. Con muy pocas palabras, ya te hacían el chiste, o te describían el problema o la situación. En eso, se nota la pluma guionística de Stallone, quien aportó a la producción. Los malos eran malos, y los buenos, buenos.
Son películas para verlas con tu plato de palomitas o patatas, tendido como un rey en el sofá, dejando parar el tiempo. Estas películas apelan a la inocencia del espectador, te invitan a subirte a su montaña rusa. Tras su visionado, esperan que tan solo hayas pasado un buen rato, como cuando aquel niño o adolescente iba el fin de semana al cine Ideal o al Cine Torcal. Tango, Cash, Riggs, Murtaugh, Hammor, Cates… eran y son personajes que nos aportaron situaciones, frases que nos gustaba utilizar en clase, juegos o quedadas con amigos. Nos aportaron momentos de sano divertimento. Hoy, sus incorrecciones políticas serían imposible filmarlas. ¡Qué nos quiten lo “bailao”!
