Hay carreteras que marcan etapas, colores que nunca olvidas, besos eternos que no se terminan y fechas que se presentan para no olvidar. La del 23 de julio de 2023, pasará a la historia y permanecerá en la memoria. Pocos, por no decir ninguno, serán los columnistas o periodistas que se atrevan a decir que esperaban lo ocurrido la mañana del lunes, 29 de mayo. Puestos a pensar, la misma noche electoral, cuando Pedro Sánchez sí debió recibir los datos fidedignos (no los que se inventa siempre Tezanos), de la debacle que se avecinaba, astuto como un zorro, puso sobre la mesa las cartas con las que contaba y se lanzó a salvar no a su país, sino a dar un buen golpe sobre la mesa para poner a los españoles contra las cuerdas. Un golpe bajo en toda regla.
La noche del pasado 28 de mayo fue para el presidente del gobierno la del error de todos los españoles que no lo votaron a él. Su presencia en los medios y sus ataques verbales a diestro y siniestro contra todo lo que se moviera contra él, lo asimiló a una victoria que se le volvió en toda su cara como si hubiera recibido un enorme soplamocos. Alguno de sus asesores debió recordarle que las risas se vuelven llantos.
Como dice la canción, hay amigos que siempre lo salvarán pero el presidente Sánchez, el que llamó indecente en televisión a Rajoy, no merece ser recibido en ningún lugar decente salvo que lo utilicen para que busque el don de la ubicuidad que es lo que realmente ha tenido en la campaña y sabe hacer a la perfección. Ha dirigido, dicho y hecho cuanto había que ejecutar.
Ha sido, todo hay que reconocerlo, el que se ha visto inmerso en la pandemia de la Covid 19 que utilizó para soltar –como hacían los praecones en la antigua Roma– su discurso pero eso sí, sin derecho a la réplica (Su ego le puede y su narcisismo le supera).
Ahora, sobre el escenario tenemos la cosecha de lo sembrado por este presidente que bajo el binomio de políticas sociales y fuerzas de la izquierda versus gobiernos de extrema derecha (según él), ha dividido a un país y confrontado a una sociedad que ha recibido prebendas que entre todos tendremos que pagar. Por un lado, nos encontramos con el daño realizado por Podemos en el gobierno de coalición, con continuas disonancias, división del feminismo y aprobación de leyes…
Por otro, un EH Bildu que con la subida de los más de 50.000 votos y un mayor número de concejales deja atrás y parece enterrar el dolor de tantas familias víctimas de los verdugos de ETA. Y para terminar, la hibernación (dicen ellos) de Ciudadanos. El partido naranja se venía resistiendo pero los resultados han sido los que se esperaban. Abandonado a su suerte Albert Rivera, Inés Arrimadas, que nunca debió abandonar Cataluña, debería haber apostado a caballo ganador. En su momento fue UPyD, ahora ha sido Ciudadanos y el que venga correrá la misma suerte. No se viene a servir al país, se presentan para servirse del país. Los españoles ya estamos hartos.
