El 24 de febrero nuestras vidas cambiaron para siempre. Nos dejaste físicamente, pero sabemos que sigues presente entre nosotros. Se hace difícil encontrar las palabras para describir lo que fuiste para nosotros, porque fuiste mucho más que un padre y esposo: fuiste guía, amigo, ejemplo de esfuerzo y amor incondicional.
Desde aquel 2 de julio de 1956, cuando llegaste a este mundo en Antequera, marcaste la vida de quienes te rodeaban con tu generosidad, tu alegría y tu inagotable energía. Hijo de Carmen Cherino y Francisco Rodríguez (que trabajaba en al gasolinera de la Alameda), hermano de Mari Carmen, Paco y José, esposo de mamá, África, y padre de Jesús Alfonso y Carlos Javier. Pero sobre todo, fuiste el abuelo más entregado y generoso para Martín y Sara, quienes eran tus ojitos derechos.
Tu vida estuvo llena de pasión y entrega. Desde tus estudios en los Salesianos de Antequera hasta los años en los que aprendiste fontanería con los “Cañeros” de la calle San Pedro, siempre tuviste una meta clara: trabajar duro y dar lo mejor a los tuyos. Con esfuerzo y sacrificio, lograste fundar Desatoros Cherino, un reflejo de tu dedicación, tu carácter incansable y tu enorme compromiso con los demás. Disfrutabas de tu trabajo, siempre dispuesto a ayudar a quien lo necesitara.
No sólo fuiste un trabajador incansable, sino también un hombre sociable, amigo de sus amigos, generoso y siempre dispuesto a compartir. Desde tus años en los seguros de Ocaso, donde hiciste grandes amistades, hasta cada persona con la que cruzaste caminos en Antequera y allá dónde tu trabajo te llevase, eras alguien querido y respetado.
Tu vida también tenía pasiones que te llenaban el alma: el balonmano, el ciclismo, los toros, la comida y tu cámara de fotos con la que has inmortalizado cada recuerdo. En los últimos años, encontraste en tu parcela un refugio de paz, un lugar donde disfrutabas y encontrabas felicidad en las pequeñas cosas. Y, por supuesto, no hay que olvidar esas reuniones familiares que eran distintas gracias a ti: donde nunca faltaba un buen plato de comida, una risa compartida y el calor de estar juntos.
A pesar de los obstáculos, siempre fuiste un luchador incansable. Superaste momentos difíciles de salud con una fortaleza admirable. Siempre quisiste lo mejor para tu familia y jamás nos faltó nada gracias a tu esfuerzo. Nos enseñaste que la verdadera riqueza está en el amor que damos y en los lazos que construimos.
Hoy, papá, queremos agradecer a todos los que nos han acompañado en estos días tan duros. A los amigos, a la familia, a todas las personas que nos han brindado su apoyo. Sabemos que, si estuvieras aquí, estarías agradecido por cada muestra de cariño, porque si algo te caracterizaba era esa manera de valorar a la gente, de crear lazos inquebrantables.
Nos dejas un legado inmenso, un ejemplo de vida que nunca olvidaremos. Aunque el dolor de tu ausencia es profundo, encontramos consuelo en saber que viviste plenamente y que nos amaste con todo tu corazón. Te llevaremos siempre con nosotros, en cada risa de tus nietos, en cada reunión familiar, en cada instante en el que te recordemos. Descansa en paz, papá. Te queremos y te echaremos de menos siempre. Con amor eterno,
TU ESPOSA ÁFRICA Y TUS HIJOS JESÚS ALFONSO Y CARLOS JAVIER