Un lazo negro para las Vírgenes de Antequera en esta Semana Santa, no sería mal detalle como homenaje a este artista. Todas Ellas, tendrán una lágrima más en sus mejillas, por la muerte de un hombre que, sin hacer apenas ruido, contribuyó con todas las cofradías en el auge de éstas a mediados del siglo XX y hasta los años 80.
Las universidades podrán dar ese cuadrito que colocamos en nuestros despachos; pero las cátedras no dan el sentimiento que ofrece una persona cuando hace las cosas con corazón.
Cuando las cofradías se van fundando en los años 50 o se van reestructurando entre los 70 y 80, no tenían quien las preparara para colocar en el trono, y todas acudían a Antonio Checa. Él era parco en palabras, y prefería hablar con su pincel y sus manos. Arreglaba la grieta de las policromías, de las manos, de los alfileres, de los puñales… como él buenamente podía. Y luego, les colocaba la mantilla, el manto, la corona, todo lo que hacía falta para la Semana Santa.
No será recordado por sus obras de arte, lo será por el mimo que puso en las imágenes religiosas-artísticas. Porque una Virgen, un Cristo, para nosotros los creyentes, debe ser antes una imagen religiosa a la que rezar, que una obra de arte que admirar.
Descansan ya en Belén, tras unos días en San Agustín, las cenizas de un hombre que lo dio todo por Amor a la Virgen, según la Pasión en Antequera. Recemos por él, por sus obras, por sus ángeles, por sus imágenes, por la Virgen en Antequera.
