viernes 22 noviembre 2024
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Lugo de Llaneras

No. El pasado domingo… no me hubiera importado estar pedaleando en Lugo de Llaneras un pequeño pueblecito asturiano de poco más de tres mil habitantes. Más que nada porque la orografía asturiana se presta especialmente al pedaleo.

En la temporada pasada en ocasión similar a la de hoy, donde por dejarles algo sustancial que leer, yo les trataba de explicar las acepciones del debatir o discutir. Verán, éste pequeño pueblo asturiano que hace un par se semanas saltó a los medios de comunicación entremezclándose con las aciagas noticias que lamentablemente sufrimos de un tiempo acá, lo hizo por motivo de una, al parecer impopular medida (ateniéndonos a lo trascendido), que el Colegio Público de Lugo de Llanera adoptó tras discutirla en su Pleno Escolar. Esta decisión que se tomó entre otras materias mucho más relevantes, consistió en prohibir la práctica de un determinado deporte por considerarlo peligroso y excluyente. Sus motivos a ello les llevarían cuando decidieron «excluir» el discutido deporte de las actividades a realizar en el tiempo de recreo del alumnado.

La Dirección del Centro lamentaba que un asunto sin más trascendencia, al haber sido perfectamente acatado por padres y alumnos haya trascendido en los medios de comunicación y sin embargo, éstos no divulguen a su vez otras importantes medidas que se vienen acordando en el Centro desde hace un tiempo, como por ejemplo, los tres cursos que llevan poniendo en práctica, junto con el Centro Escolar de San Claudio (Oviedo), un programa pionero en Asturias que está propiciando que estos alumnos sean expertos en mediación de conflictos escolares.

Alambicando un poco más la palabra discutir, hoy yo les quisiera completar esta soleada página con las siguientes conclusiones: Cuándo discutimos, ante todo… ¿qué buscamos? ¿Imponer nuestro razonamiento o encontrar la mejor solución a lo discutido? Pero…¿y cómo podríamos llegar a conocer cuál pueda ser la mejor solución?

Para ello son primordiales los siguientes preceptos:

Primero, es esencial el tono de voz que empleemos en la exposición de nuestros razonamientos. Debemos exponer, no imponer.

Segundo, partiremos de la base de aceptación de las posibles premisas contrarias a las nuestras. Nadie estamos en posesión de la absoluta razón y… «Cuatro ojos ven más que dos», por tanto debemos oír con la intencionalidad de aprender cuáles son las razones que llevan a nuestro interlocutor a mantener criterios contrarios a los nuestros, sólo una especial atención nos proporcionará el conocimiento y/o la visión de aspectos que hasta ese momento permanecían ocultos a nuestras entendederas.

Tercero, aceptación de las conclusiones consensuadas en grupo. Felicitándonos si fueren nuestras premisas las que alcanzasen el consenso, o por el contrario, asumiendo y trabajando en pos de conseguir los objetivos y razonamientos que nos hubiesen llegado desde las otras partes. Premisas éstas, que hasta ese momento desconocíamos o desestimábamos, si es que esas otras fueren las conclusiones que acumulasen mayor cantidad de razonamientos, dictaminándonos que éstas debieran ser las que prosperen y no las que en un principio pensábamos habrían de ser las que lo hicieron.

Para mañana nos espera Casares, allí continuaremos con nuestro pedaleo.

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