sábado 28 septiembre 2024
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¿Se nos va de Antequera, don Antonio Ramos?

Si es cierto, no puede ser más que por motivo de esa salud que sus rodillas le niegan –lo que no le impide arrodillarse en la Consagración–, rodillas que le prohíben hacer mucho más de lo mucho que hace, estar con el que padece por cualquier motivo mucho más de lo que está, gestionar, organizar, dirigir como un ciclón que el Señor nos envió mucho más de lo que gestiona, organiza y dirige, siempre prohibiéndonos que lo contemos… más que las cosas evidentes que presenciamos.

Desde su llegada a nuestra ciudad, trató de «poner en orden» algunas cosas que se estaban desviando en cuestiones litúrgicas, en cuestión de organizaciones, ampliando con gente formada y responsable, diversos departamentos parroquiales, «fichando» a personas comprometidas, válidas, eficaces en la labor de llevar el mensaje de Jesús, en palabra y obra, a donde hace más falta, y promovió ya vocaciones en su parroquia, con el fruto de un seminarista que estudia en el Seminario de Córdoba.

Y no olvida visitar, casi arrastrándose, a los enfermos, a quienes sufren, a quienes viven momentos difíciles, a los que lleva no palabras de consuelo fácil y al uso, sino frases que llegan hondo, que ayudan a comprender la voluntad del Señor y a sobrellevar momentos trágicos.

En las Cofradías a las que pertenece, y a alguna otra que se le adhirió, se sumó al fervor que los cofrades buenos sienten por sus titulares, pero no olvida insistir en lo que significan, para lo que nacieron las procesiones…

 

Cuando vino de Melilla, preguntamos a un «colega», cómo nos lo definiría y nuestro compañero fue certero: «Cofrade, Pregonero, Legionario». En todo acertó, pero se le olvidó añadir algo que tiene que ser consuetudinario: bueno, teniendo siempre presente que era representante de Jesús entre nosotros, y como tal regaló amor, humildad, sentimiento, comprensión, pero también buen humor, alegría, esa alegría contagiosa de Jesús con la que pregonó su Palabra.

Por eso, un hombre así que está haciendo tanto bien, que se ha ganado a pulso el cariño, la admiración la simpatía de tantos antequeranos, no puede haber otro motivo para ser destinado a Málaga, que el interés por su enfermedad, el deseo de que repose lo que el médico le dice y no hay quien le haga cumplir.

Cuando nos respondía a la pregunta de si era cierto el rumor, él nos contestaba que era el deseo del Señor y que –aunque le notamos aguantarse el sentimiento que se empeñaba en sujetar–, se iría feliz porque el Señor lo querría así…

Perdónenos, don Antonio, padre Antonio Ramos, por hacer lo que usted nos pedía que no hiciéramos. Y por manifestarlo públicamente. Gracias; su gente de Antequera, le quiere y le va a echar de menos. Y muchos, muchos antequeranos.

¡Dios le bendiga! E insistimos, tiene que haber sido por cuidar de su salud, y como los designios del Señor son insondables, ¡ojalá esas rodillos cojan fuerza y el Señor nos lo mande otra vez para acá!, o no sea cierta su salida.

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