Ha fallecido el Señor Azkuna y Bilbao se queda huérfana. Su regidor municipal se había ganado el título del mejor, de saber llevar la administración con un equilibrio perfecto en las cuentas. Un caso excepcional si observamos el panorama de la mala gestión de los dineros públicos que realizan nuestros políticos. Pero congratula y emociona que una persona, como los demás, tenga la ética y el coraje suficiente para no gastar en lo indebido e innecesario y tener su ciudad como ejemplo de buenas prácticas. Demostrando respeto a los dineros públicos y trabajando con honestidad y criterio le han abierto las puertas al mundo. No hay alcaldes malos y buenos. Los hay, el mejor, normalitos y los pésimos. Cierto que vivimos una etapa en la que están todos más contenidos, porque la bolsa anda escasa, de cambiar la situación volveríamos a las andadas. Una creencia tan arraigada y torpe de creer que el dinero le facilita el siguiente mandato. Dar lo que cada cual pide no es ninguna forma de gobierno es un consentimiento muy común para no profundizar y trabajar con más ahínco en formar a los ciudadanos en un proyecto rentable a medio y largo plazo. Y los cuatro años que dura un mandato no es tiempo suficiente para que una buena tarea vea sus frutos. Así que chapuza vaya y venga para ver si se muestra la obra nueva en ese corto espacio de tiempo.
Gobernar es decir sí y no. Es tener en cuenta las prioridades que necesita la ciudad, no las que cree el regidor o la oposición para captar adeptos. Acudir a citas casi íntimas donde hay sufrimiento, dejadez o enfermedad de algún vecino, eso sí, sin máquina de fotos, ésa la podemos dejar para presentaciones y carteles de Semana Santa que ahí sí que nos llevamos la palma. Asistir a actos entrañables como el del jueves 20 en El Salvador para entregar la recaudación de Playmóbil a tantos beneficiarios. Y a tantos actos pequeños y entrañables que se realizan en Antequera, entonces comenzaríamos a ganar para el futuro. En estos momentos sólo hay fotos, miles de ellas, pero de todos, es bien sabido que acaban en la papelera.
